Me encontré de casualidad con esta película a través de la excelente crítica de PeterGabriel77, que la define a la perfección como lo que es, un dramón de sentimientos tempestuosos donde todo parece imbuido de una especie de fuerza sombría. Y es que esta película de reminiscencias mitológicas que narra el duelo de ambiciones entre un padre, terrateniente del rancho Las Furias y la formidable hija que educó a su imagen y semejanza, es una de esas películas en las que cada uno de los planos y diálogos parecen cargados del fuego de las grandes voluntades. Ira, pasión, rabia, odio, violencia: la épica de los sentimientos elevada a la enésima potencia.

La interacción entre T.C. y Vance Jeffords, padre e hija, centran toda la atención de la historia: al lado de ellos, los demás personajes, con la posible excepción de una excelente Judith Anderson, sólo son siluetas tras una cortina que separa a los Jeffords del resto del universo. Los diálogos entre ellos son magistrales, porque perfilan las luces y sombras de una relación compleja y pasional que casi roza lo incestuoso. Magistrales todas las escenas en las que luchan ya sea con el cuerpo o con la mirada: y la manera en que se aman al mismo tiempo que se putean es puro masoquismo emocional que incendia con su intensidad cada una de las partes en las que aparecen en el mismo plano.

Atención a la grande Barbara Stanwyck, que borda uno de los personajes femeninos más elaborados e importantes que recuerdo haber visto en una película. Y no perdeos esos cielos retratados y magnificados con una cámara de ojos apocalípticos. La historia ¿tiene importancia? Es posible. Pero los árboles son demasiado magníficos para que importe en lo más mínimo que aspecto tenga el bosque.