A pesar de que no es una película de «nombre», o de gran calidad, se deja ver. Consigue lo que muchas películas deben tener siempre presente y es, no permitir que el espectador se levante por naderías, de su asiento. Es una historia que nos despierta todo tipo de emociones y que, en muchos casos, son encontradas. ¿Cómo podemos sentir rabia por un padre de familia y, luego, cariño, aceptacion, reproche, y todo tipo de respuesta emotiva para lo que acaba de hacer? Y es que la película juega con esos códigos lúdicos que nos hace partícipes, desde el mimso comienzo, con lo que nos está contando. Más allá del mundo visual, lo que nos cuenta es interesante, dramático, intenso. Nadie debería escapar de sus redes. Las actuaciones de ese padre Eion Bailey, y del pescador malvado Barkhad Abdi, son contrastantes. Si bien el primero acude a una estoicidad, sin caer en convencionalismos del drama, el segundo parece agredirnos por su cinismo, su profundidad como personaje. Y es que piensa. Este personaje negativo, piensa, recuerda, valora, y luego se decide por la peor opción que, como la vida misma, está llena de justificación. detrás de todo mal, siempre hay algo que lo justifica o, por lo menos, lo sustenta. El «malvado» tiene una hija enferma y, al parecer, de un grave padecimiento. Podría achacarle al filme algunas otras cositas, detalles, pero en sentido general, consiguió que yo, como padre, no quisiera ir en contra de la opinión, siempre sabia de una madre, y me mantuvo sentado en una silla por todo el tiempo de duración de la misma.