Mientras tantos se deleitan con las magníficas telas que visten al rey, sin pudor alguno digo que veo a su majestad desnudo, y creedme que la visión en absoluto merece la pena. Tantas alabanzas al trabajo de Jordan Peele me han impulsado a asistir a la proyección de su primer largometraje, poco imaginaba lo que me iba a encontrar.

‘Déjame salir’ es ese cuadro abstracto colgado en la pared del museo que todos los intelectuales de renombre admiran mientras el resto de mortales contemplan atónitos, buscando sus excelencias temerosos de poner al descubierto su “inmensa ignorancia”. La intención del mensaje es tan evidente que pierde cualquier atractivo, la falta de fuerza y la carencia de ritmo intentan disfrazarse con un guion de apariencia tan cool que pocos se atreverán a negar.

Poco humor y aún menos terror encontrarás en ‘Get Out’, la magnífica reflexión racial evocada por tantos se pierde en una originalidad sin inteligencia, destruida en su totalidad por un absurdo argumento con pretensiones de tensión en su excesivamente largo planteamiento. La esperanza es lo último que se pierde, lo apuestas todo a un desenlace que consiga explosionar las intenciones comicoterrocríticas de Peele, pero no queda más que sucumbir al desastre de la evidencia, ‘Déjame salir’ quiere pero ni lo intenta ni lo consigue. La historia se repite una vez más y un nuevo sastre ha reeditado la fábula de ‘El traje nuevo del emperador’, una película sólo para visionarios, hombres de fe y profetas del séptimo arte.

Lo mejor: lo poco que se salva es el papel de Lil Rel Howery.

Lo peor: un desarrollo argumental que implosiona destruyendo todo el conjunto.

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