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España España · Barcelona
Voto de Redelbe:
7
Musical. Drama. Romance El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2012
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Interesante adaptación cinematográfica del popular y exitoso musical de Schöenberg, Boublil y Kretzmer. Gracias a ella podemos ver nitidamente el difícil y complejo trasvase que existe entre creaciones hechas en distintas disciplinas.

Poner en imágenes, en pleno siglo XXI, una obra de teatro cantada icónica, tremendamente popular, es, se mire como se mire, un marrón. Creada con una vocación espectacular, llena de increibles movimientos escénicos, masas por doquier y una partitura que lleva con continuidad inquebrantable de un lado a otro de una trama superpoblada y rocambolesca, la obra excelió hace ya 30 años en su apuesta por poner en las tablas ritmo cinematográfico y hacer avanzar en nuevas direcciones a un género vetusto. Así pues, una obra cerrada, un producto totalmente acabado, netamente definido, una atracción de feria de altísima gama, con un engranaje ajustado al milímetro, con nula posibilidad de reinterpretación; identificable en cualquiera que fuese su versión, ya fuere francesa, inglesa, española, coreana, italiana, checa o islandesa.

Así pues, cualquier director que asumiese el reto, debería primero preguntarse "¿y ahora por dónde demonios le meto mano yo a esto?" y, lo que es más grave "¿es posible adaptar el material al cine sin que parezca una obra de teatro filmada?". La respuesta a esta última ha resultado en sendos "sí" y "no".

Por un lado, la propuesta adolece de momentos donde transita por el peligroso filo de lo voluntarioso pero sorprendentemente amateur, dejando a los actores a merced de la partitura, la letra y apenas indicaciones, viéndose arrastrados, para lo bueno y lo malo, por una partitura sólida que no cesa y avanza con aplomo desde el primer hasta el último minuto. Apenas hay hallazgos visuales que ayuden a la narración, la creación de ambientes o empatías. Es ese sentido, el film va de menos a más, alcanzando su plenitud y encontrando su propia voz en su segunda mitad, cuando la acción ya se centra en París. Con tramas y canciones corales, el film remonta notablemente, rozando en algún momento lo excelente. Hasta entonces, el riesgo de ir componiendo una suma aislada de piezas musicales sin unidad narrativa estaba cobrando vida canción a canción. Todo muy desigual, pues.

Por otro lado, son precisamente la fuerza del material original y el empeño romántico para con su profesión y con el musical en sí de todos los intérpretes los que impiden una y otra vez que las dudosas elecciones de puesta en escena de Tom Hooper arruinen la función. Aún así, hay que advertir que los Thénardier de Baron Cohen y Bonham Carter y su "Master of the house" no funcionan: sin gracia, sin energía, sin calor. Un serio aviso de todos los peligros que se cernían en cada una de las escenas pero que por suerte no llegan a concretarse.

La película no es larga, pero puede hacerse larga. De hecho, y paradojicamente, lo que le falta a esta adaptación cinematográfica son minutos, un puñado de nuevas escenas suplementarias que nos permitan conocer mejor a los personajes y sus historias con recursos más propios del cine como son hechos y acciones. Ya, que la historia ya se cuenta en las canciones y las emociones en las canciones-monólogo. Ya lo sé. Pero en el cine no pueden ser el único elemento para transmitir la información y la emoción. Faltan pasos previos. Es cine, no teatro: si hacían falta nuevas canciones para ello, pues se deberían haber escrito. Lo que no puede ser es que con un material tan bueno, tan rejodidamente bueno, y tan conocido, pudiendo hacer una obra cumbre del cine musical, nos quedemos solo con un buen film que puede entusiasmar a los fans de la partitura original pero expulsar literalmente de cine a todos los demás. Ciertamente, el peculiar y discutible gusto en los encuadres del señor Hooper se me antoja que resta más que suma, así como la limitada voz de Russell Crowe.

Debía ser una obra maestra, sí, pero podría haber resultado una película ridícula. Ni lo uno ni lo otro.

Con todo ello, un buen punto de inflexión para un género atrapado en el tiempo y que, de buen seguro, planteará grandes debates sobre como abordar y reinventar este trasvase entre disciplinas. Porque, por ejemplo, algo ha ocurrido por culpa de este film: la aparición de una duda ética. El musical -pensado para teatro- adaptaba a su vez la famosa novela de Victor Hugo. El film me deja para la reflexión una pregunta que no me planteé jamás ni en el teatro ni escuchando durante años el mítico doble CD del montaje de 1985 en Londres: ¿hace justícia el musical, la partitura y su planteamiento -por bellos que sean- a las intenciones de fondo de la novela original?

Maldito Hooper.
Redelbe
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