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España España · O Carballiño
Voto de odaesu:
5
Romance. Drama Japón, 1929. Chiyo, una niña de nueve años, es vendida por sus padres para trabajar en la casa de Geishas de Nitta Okiya. Su hermana mayor Satsu no es aceptada y es enviada a un prostíbulo. En la casa Chiyo conoce a Pumpkin, otra niña que va a ser instruida para ser geisha, así como a las famosas geishas Hatsumomo (Gong Li) y su rival Mameha (Michelle Yeoh). Los comienzos de Chiyo (Zhang Ziyi) son duros, pero un encuentro con el que ... [+]
22 de agosto de 2008
19 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gong Li, Michelle Yeoh, Ken Watanabe, Zhang Ziyi, es decir lo que podría ser el mejor reparto asiático desde 2046, la oscarizada fotografía de Dion Beebe, unos decorados, un vestuario y una dirección de producción de esas que quitan el hipo, el gran John Williams orquestando la melodía, y Rob Marshall no es capaz ni de mantener en pie la función, ya no cabe pedir una obra maestra, sencillamente que componga un filme decente con semejantes mimbres. Pero es que parece que a este animal de Broadway no se le da muy bien lo de hacer cestos.

En su segunda película tras las cámaras, Marshall demuestra que detrás de tanto ruido mediático hay muy pocas (pero que muy pocas) nueces, Chicago era un musical entretenido, teatral hasta la saciedad, brillante por momentos, irregular casi siempre, pero funcionaba, a pesar de todos sus defectos la nave iba, sin embargo todo el sentido del espectáculo y la acidez se han ido por el coladero, Memorias de una geisha es un mamotreto infumable.

A lo largo de 2 horas largas, Marshall no cuenta nada. Absolutamente nada. Pero eso es lo de menos, lo realmente grave es lo impresionantemente aburrida que resulta la función. Para ver un desfile de moda te tragas la alfombra roja de los oscars, para disfrutar de fotografías coloristas vas a una exposición de Ouka Lele, y para ver chinos (perdón, chinos y japoneses) te levantas de madrugada para ver los Juegos Olímpicos de Pekín, pero lo que sin duda NUNCA deberías hacer es ver este producto (en el sentido más capitalista que se le pueda endosar), hecho para y por los premios de la Academia, como si Rob Marshall no aprendiera la lección y no se diera cuenta de que una vez cuela, pero dos no, y si no que se lo pregunte a su compañero Ron Howard, otro especialista en envasados al vacío, al más puro estilo años 90.
odaesu
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