Darren Aronofsky ha debido pensar que puede emular a David Lynch y hacer una buena película surrealista y además creer merecer los parabienes de la crítica. Pues no ha conseguido ni lo uno ni lo otro. Vale que Lynch se pasa, y muchas veces no entiendes muchas de las cosas que aparecen en sus films, pero al menos se ve, se siene, que quiere transmitir algo. Es lo que le falla al film de Aronofsky: no parece que intente transmitir nada. Como la máxima del Cine es transmitir, lo que ha pasado es que no ha sabido encontrar el medio adecuado para dicha transmisión. Es cierto que la peli tiene sus puntos buenos, pero no compensan ni de lejos el tiempo y el dinero perdidos en su visionado. Además, al final no acabas de entender qué relación exacta tienen las historias entre sí, porque el protagonista actúa como actúa... En fin, olvidable y prescindible.