Siempre me ha gustado hacer una diferenciación entre dos facciones: unos, los que les gusta ir al cine, otros los que les gusta el cine. Aunque a veces ambas coinciden, no siempre es así. Para los primeros, este film de John Houston puede ser mejor o peor, o no ser nada en absoluto; para los segundos es de visión imprescindible.

"La reina de África" es una extraordinaria película, en prácticamente todos los aspectos que hacen que un film sea redondo. Houston, volcó con maestría todas las pasiones e inquietudes de ese espíritu socarrón, loco y de "forajido" aventurero que le caracterizaba paa ofrecer al dúo Bogart-Herpburn la aventura que él mismo, sin duda hubiese querido vivir, y de hecho, hubiese sin duda vivido antes de morir, de no haberlo hecho ya sus personajes.

Haciendo una inteligentísima miscelánea entre la comedia romántica, el género de aventuras, el bélico e incluso la parodia (de la religión y la guerra), sinceramente creo que Houston dio a sus protagonistas los papeles de sus vidas: Maravillosa Katherine Herpburn, renegando de su yo auténtico, para componer a una solterona estirada y "meapilas", pero tan belicosa, como sexualmente activa.. Y Bogart. ¡Dios!..Pocas veces un Oscar estuvo más justificado. El duro del cine negro por excelencia, incorporó en la figura de Charlie Allnut, la rudeza de Duke Mantee, el gesto romántico y distanciado ideológicamente de Rick Blaine, el cinismo anticonvencional de Philip Marlowe, incluso el aspecto destartalado y "amoral" del Dobbs de "El tesoro de Sierra Madre". Pero es que, además, "Boguey" le da, con ayuda del sensacional guion, una pincelada particular, la de la ternura del duro, que en esta película alcanzan cotas insuperables en la gesticulación y las palabras.

Con este bagaje impresionante, casi parece secundario o intrascendente, pero se puede reseñar también la alternancia, con gran acierto en la dosificación de una y otra, de las secuencias románticas y las de pura acción. Las primeras, para subrayar la enorme química de la pareja protagonista ( que fraguó una amistad que duraría toda la vida) y las segundas para demostrar que Houston poseía, con la complicidad de Jack Cardiff como fotógrafo, y Ralph Kemplen como montador, la capacidad y el pulso necesario para la aventura épica.

Y si todo ello no es lo bastante convincente para ver esta película, véase, a Mantee, Blaine, Marlowe, al estilo del más puro "guiñol" imitando los gestos de los monos. Sólo ya por eso.y por otras muchísimas cosas..en fín.......Saludos a "Pimlico" (donde quiera que esté) y a su puerto.