Sobraba la sexta temporada o, al menos, sobraba esta sexta temporada.

Más que feminista es ultra feminista...e increíble. Increíble hasta el punto de casi resultar bochornosa la historia que se nos cuenta, porque, cierto es que con Kevin Spacey en el papel de Frank Underwood había ciertas partes de la historia que parecían difíciles de creer que pudieran llegar a ser reales (aunque siempre se dice que la realidad supera a la ficción), pero es que aquí nos tratan casi por estúpidos, metiéndonos la idea de que Robin Wright, aparte de ser malvada y taimada, es la persona con más poder sobre la faz de la tierra (y no por el hecho de llegar a ocupar el cargo de Presidente de los EEUU), logrando no solo sortear todos los problemas que le vienen, sino aplastar a todo aquel que se cruza en su camino.

Yo me he visto la temporada en tiempo récord...y no precisamente porque me entusiasme, sino porque quería quitármela de en medio cuanto antes y dejar zanjada para siempre esta basura engreída y pretenciosa en que se convierte la sexta temporada, con Robin Wright a la cabeza.

Sé que la veréis...porque todos lo hemos hecho. No nos quedaba más remedio que hacerlo. Pero cuánto mejor habría sido no cometer ese error que nos dejará con un sabor desagradable y nauseabundo en el paladar....y más viendo el excremento en el que se convierte con ese final de serie que insulta a nuestra inteligencia mientras se ríe a mandíbula batiente por el tiempo que le hemos dedicado...y que hemos perdido.