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España España · Barcelona
Voto de Miguel G:
9
Drama Michael Collins (1890-1922) fue un líder revolucionario irlandés que luchó encarnizadamente contra la ocupación inglesa de su patria. Con sus jóvenes pistoleros llevó a cabo una serie de sanguinarios atentados que generaron una no menos cruel represión. (FILMAFFINITY)
31 de julio de 2008
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film de Neil Jordan no podía iniciarse de otra manera: con el final de una batalla perdida, con la resignación de volver a ser aplastados por unos padrastros castradores que no te dejan crecer ni volar. El Imperialismo inglés, que sometió, como el español, a medio mundo, se muestra como un personaje más, con la desesperación cruel de esos mismos padres con el miedo, después de que la mayoría de sus hijos volaran del nido violentamente, de que sus últimos retoños adoptados hayan decidido abandonarlos y se inicien en un proceso justo de alejamiento total.

Es prácticamente imposible narrar el transcurso de la independencia irlandesa siendo imparciales con Inglaterra, que masacró y gobernó bajo extirpación y tortura con el mismo entusiasmo y modus operanti que en su edad dorada. Aún así, Neil Jordan aborda el tema político de manera muy franca, con la meticulosidad de un casto historiador. Pero afortunadamente, Jordan es condenadamente humano, e impregna todas sus películas de una esencia existencial de gran virtuosismo. Ninguno de los personajes (a excepción de Inglaterra, que paga el precio por ser tan conservadora) es plano ni actúa como tal. Michael Collins, el “héroe” imperfecto con graves problemas de disciplina, el amigo vengativo cegado por el dolor, el maestro padre enemigo que prostituye su humanidad en pos del triunfo político sin concesiones (y que resulta evidente en sus desgarradas lágrimas finales), el amigo inglés de la revolución que teme al castigo de su propia patria, los inocentes soldados prematuros de la libertad, niños dispuestos a ser ángeles del apocalipsis… todos y cada uno de los personajes se nos agarran al alma como lo que son: humanos desesperados que actúan humanamente, que aman, que odian y que temen. “Michael Collins” es una lección de historia, pero también de humanidad.

Dejando a un lado el precioso y comprensivo discurso de la película, hay que mencionar su innegable poderío épico y un nivel de calidad audiovisual que roza la perfección. “Michael Collins” es entretenida y grandilocuente, en el mejor sentido de la palabra, y eso se atribuye a una excelente labor de dirección y producción. La dirección de fotografía, la banda sonora y los decorados resultan sublimes a nuestros ojos y oídos, adquiriendo, en su conjunto, la calificación merecida de Arte. Personalmente, jamás olvidaré la deprimente y acertada paleta cromática de la película (grises, azules y esmeralda) ni su virtuosa música.

Al mismo tiempo que Irlanda se libera paulatinamente, sus protagonistas caen con la misma lenta progresión en la amargura y el dolor. Los ideales y la “libertad” son imprescindibles, pero también hay otra verdad que Jordan quiere y necesita mostrarnos: que la guerra, fraguada por el motivo que sea, destruye lo que esencialmente somos y extrae de nosotros lo peor y lo más cruel. La pregunta que todo espectador de “Michael Collins” creo que ha de hacerse es ¿Vale la pena? Cualquier respuesta es legítima.
Miguel G
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