Y no es por la película en sí, sino por culpa del maldito doblaje a revoluciones aceleradísimas. Impide entender la compleja historia de ese hombre camaleón llamado Leonard Zelig. De hecho, llega un momento en que continuar viendo este falso documental se convierte en una obligación insoportable. Demasiados datos y poca claridad, por mucho que Woody Allen quisiera realizar una película diferente. Una buena y original propuesta mal desarrollada por parte del otras veces genio neoyorkino.