Un joven con síndrome de Asperger se enfrenta a su mayor miedo: vivir. Adam es frágil como el cristal pero tremendamente inteligente. Sorprende su capacidad de memoria o sus conocimientos sobre el universo y que sin embargo no sepa expresar sus sentimientos. Apenas puede relacionarse con la gente, se refugia en su soledad, en casa, en el trabajo o en el parque. Lo pasa mal en compañía de muchas personas. Y vive en Nueva York…

Una historia didáctica, de ayuda, pero no a los que padecen este síndrome, si no a toda la sociedad. Para vivir hace falta valor y verdad, no hay que fingir nada, ni siquiera fingir ser normal. Lo único necesario es aceptar lo que somos, aprovechar lo que tenemos y tener la valentía suficiente para saltar cualquier obstáculo. A veces hace falta un empujón, alguien que te haga ver las cosas tal y como son. En este caso será su nueva vecina. Una chica encantadora y que también obtendrá de Adam lo que necesitaba en su vida.

Unas interpretaciones nobles e inocentes. Un sencillo y buen guión que ofrece momentos divertidos, momentos bonitos y una dura dosis de realidad. Un drama tierno, difícil, generoso y realizado con mucha delicadeza. Una historia que ofrece una descarga de esperanza.

Quizás no sea nuestro mundo, pero ahí estamos, luchando y sobreviviendo, como un mapache en Central Park.