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España España · Madrid
Voto de Daniel:
7
Thriller Basada en hechos reales, cuenta la historia de Ted Bundy, el primer psychokiller moderno, que mató a más de 35 mujeres en varios estados norteamericanos durante los años setenta. Ted Bundy era una sobrecogedora combinación entre "el guapo chico de al lado" y una perversión degenerada. A la vez que innegablemente encantador, inteligente y lleno de carisma, Bundy tenía un lado oscuro atormentado y motivado por retorcidas fantasías y una ... [+]
9 de septiembre de 2018
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Parece bastante fidedigna (por lo que he leído) la historia de este repugnante asesino en serie, uno de los primeros que dieron origen a la expresión. Sigue sin resolverse bien el problema de qué hacer con este tipo de gente. Dicen que hay algo anormal en su mente que puede ser de índole fisiológica, quizá genética. El caso es que se sabe que carecen de la menor empatía por nadie, lo que quiere decir que no sienten nada hacia nadie; ahora bien, ese instinto de asesinar porque sí, con el único freno de tener cuidado para que no les cojan, no es sólo falta de empatía, es un odio profundo a los demás, y no se puede hablar de locura porque bien listos que son para hacer lo que hacen y que no les cojan. Si cuando se coge a uno se le encierra, nunca faltarán psicólogos ingenuos con ideas muy equivocadas que, tras un tiempo, digan que el sujeto estaba un poco enfermo pero que ya está curado y útil para la sociedad. Este tipo se escapó dos veces (¿cómo coño vigilaban a alguien tan peligroso?) y aprovechó para seguir asesinando brutalmente jóvenes y niñas. Y hay más casos en que aprovechan un simple permiso en la cárcel (es increíble esto) para violar y/o matar de nuevo antes de volver. Lo más curioso es lo ingenuas y tontas que son muchas jóvenes, que quizá recelan de un hombre que va con buenas intenciones y luego confían en alguien de esta calaña porque quizá es guapito, buen mozo y va vestido de forma que les da confianza. Pero lo que es indicativo de lo enferma que es la naturaleza humana es que estos tipos, como sucedía también, por ejemplo, con Charles Manson, recibían a diario en presidio montones de cartas de admiradoras incondicionalmente dispuestas a entregársele. Esta película acaba sin ahorrar detalles en el procedimiento final de la silla eléctrica. Ya sé que no es políticamente correcto decirlo, pero, en este caso, parece que respira uno mejor cuando quitan de en medio a un ser así que ni es hombre ni humano ni nada.
Daniel
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