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Voto de Joan Ramirez:
7
6.4
29,568
Drama. Aventuras. Thriller
El Apolo XIII inicia su viaje a la Luna en abril de 1970. Cuando está a punto de llegar a su destino, se produce una explosión en el espacio que les hace perder oxígeno y, además, cambia el rumbo de la nave. La situación de los tripulantes se hace desesperada cuando el oxígeno empieza a agotarse. Mientras tanto, el mundo entero vive pendiente del desenlace de tan angustiosa aventura. (FILMAFFINITY)
22 de noviembre de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apolo XIII es prácticamente un documental, un film radicalmente basado en hechos reales. Tanto es así que, incluso, podándolo un poco, se podrían insertar en él entrevistas reales y una voz en off para completar lo que, de un tiempo a esta parte, en las televisiones llaman “nuevos formatos”.
Por tanto, conviene sentirse algo predispuesto al tema de los viajes espaciales, así como a asumir el espectáculo didáctico que propone la película sin esperar ningún vericueto dramático. En ese sentido, tanto la dirección como la labor de todos los actores me han parecido una perfecta demostración de escuela y oficio, sin excesos innecesarios. De hecho, me ha recordado a otra película americana que se rodó años después, “United 93” (2006), de Paul Greengrass, que narra con el mismo afán documental lo sucedido el 11-S en Nueva York.
Después de reflexionar un poco sobre este tipo de cine tan ajustado a los hechos reales, concluyo que ver una película de estas de vez en cuando no está mal, siempre y cuando se trate de un producto de calidad. Si alguien quiere experimentar el desastre que puede resultar cuando un director no sabe si está filmando un documental “o qué”, que le eche un vistacito a “Vivaldi, un príncipe de Venecia” (2006) y quedará, probablemente, tan espantado como quedé yo.
¿Y lo de “Horacio”? Bueno… por aquella máxima clásica de “enseñar deleitando”. Podemos ir a la luna a lomos de un cohete, pero aún me fascina más que un postulado poético tenga más de 2.000 años de vigencia. Apolo XIII es la muestra.
Por tanto, conviene sentirse algo predispuesto al tema de los viajes espaciales, así como a asumir el espectáculo didáctico que propone la película sin esperar ningún vericueto dramático. En ese sentido, tanto la dirección como la labor de todos los actores me han parecido una perfecta demostración de escuela y oficio, sin excesos innecesarios. De hecho, me ha recordado a otra película americana que se rodó años después, “United 93” (2006), de Paul Greengrass, que narra con el mismo afán documental lo sucedido el 11-S en Nueva York.
Después de reflexionar un poco sobre este tipo de cine tan ajustado a los hechos reales, concluyo que ver una película de estas de vez en cuando no está mal, siempre y cuando se trate de un producto de calidad. Si alguien quiere experimentar el desastre que puede resultar cuando un director no sabe si está filmando un documental “o qué”, que le eche un vistacito a “Vivaldi, un príncipe de Venecia” (2006) y quedará, probablemente, tan espantado como quedé yo.
¿Y lo de “Horacio”? Bueno… por aquella máxima clásica de “enseñar deleitando”. Podemos ir a la luna a lomos de un cohete, pero aún me fascina más que un postulado poético tenga más de 2.000 años de vigencia. Apolo XIII es la muestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
(2X1 que hoy voy sobrao)
BENDITO SENTIDO DE LA PREVISIÓN
Lo que voy a contar, no sale en la película.
En 1961, dos integrantes del departamento de compras de la NASA se dirigieron de riguroso incógnito a una joyería de Corrigan, Texas. Compraron cinco cronógrafos (relojes con cronómetro) de gama alta y se los llevaron para los laboratorios de la NASA. Y allí empezaron las pruebas: los pusieron a 100 grados, después los congelaron, los sometieron a pruebas de vacío, los dejaron caer desde diversas alturas, los sometieron a procesos de aceleración y deceleración…
Las pruebas dieron como ganador al Speedmaster de Omega (el mismo que hoy en día anuncia George Clooney sin pudor alguno en varias películas). Con todo, la firma suiza de relojería aún tardaría cinco años en enterarse de que la NASA había nombrado a su modelo “reloj oficial para todas las misiones espaciales tripuladas”. Cuando les llegó la información, supieron que les había tocado la lotería. El Speedmaster fue el primer reloj –y durante décadas, el único- que se ha dado un garbeo por la luna.
El caso es que, cuando los del Apolo XIII tuvieron que regresar a la tierra con la nave hecha pedazos y sin la ayuda de la instrumentación de la misma (no tenían energía suficiente), tuvieron que fiarse de la exactitud del cronometro que llevaban en la muñeca para calcular el grado de inclinación correcto para entrar en la atmósfera. En este punto, el Speedmaster les salvó la vida. Meses después de aterrizar con éxito, la tripulación del Apolo XIII concedió a Omega el “Snoopy Award” (sí… el “Premio Snoopy”… suena un poco chorra, pero es así) en reconocimiento a la ajustada precisión de sus maquinarias.
Toda esta historia no es exclusiva. Al contrario: es bien conocida por los aficionados a la relojería. A mí me interesaba saber hasta qué punto la recogía la película. Y algo sale…
O sea, que ya saben: la próxima vez que vean a alguien con un Rolex… le cuentan esto y lo joden vivo. ¿No es encantador?
BENDITO SENTIDO DE LA PREVISIÓN
Lo que voy a contar, no sale en la película.
En 1961, dos integrantes del departamento de compras de la NASA se dirigieron de riguroso incógnito a una joyería de Corrigan, Texas. Compraron cinco cronógrafos (relojes con cronómetro) de gama alta y se los llevaron para los laboratorios de la NASA. Y allí empezaron las pruebas: los pusieron a 100 grados, después los congelaron, los sometieron a pruebas de vacío, los dejaron caer desde diversas alturas, los sometieron a procesos de aceleración y deceleración…
Las pruebas dieron como ganador al Speedmaster de Omega (el mismo que hoy en día anuncia George Clooney sin pudor alguno en varias películas). Con todo, la firma suiza de relojería aún tardaría cinco años en enterarse de que la NASA había nombrado a su modelo “reloj oficial para todas las misiones espaciales tripuladas”. Cuando les llegó la información, supieron que les había tocado la lotería. El Speedmaster fue el primer reloj –y durante décadas, el único- que se ha dado un garbeo por la luna.
El caso es que, cuando los del Apolo XIII tuvieron que regresar a la tierra con la nave hecha pedazos y sin la ayuda de la instrumentación de la misma (no tenían energía suficiente), tuvieron que fiarse de la exactitud del cronometro que llevaban en la muñeca para calcular el grado de inclinación correcto para entrar en la atmósfera. En este punto, el Speedmaster les salvó la vida. Meses después de aterrizar con éxito, la tripulación del Apolo XIII concedió a Omega el “Snoopy Award” (sí… el “Premio Snoopy”… suena un poco chorra, pero es así) en reconocimiento a la ajustada precisión de sus maquinarias.
Toda esta historia no es exclusiva. Al contrario: es bien conocida por los aficionados a la relojería. A mí me interesaba saber hasta qué punto la recogía la película. Y algo sale…
O sea, que ya saben: la próxima vez que vean a alguien con un Rolex… le cuentan esto y lo joden vivo. ¿No es encantador?