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Voto de Joan Ramirez:
7
Cine negro. Intriga. Thriller Después de pasar por la cárcel, Johnny Clay ha decidido dar el último golpe de su vida, el que le permita retirarse junto a su amada Fay. El plan es llevarse la recaudación de las carreras de caballos de un hipódromo. Después de una meticulosa selección de colaboradores, planea la estrategia del asalto con una precisión insospechada. Tratará de provocar un altercado en la sala de apuestas y matar al caballo favorito de la séptima ... [+]
26 de febrero de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí tampoco me parece que Atraco Perfecto sea una obra maestra. Ahora bien, creo que se están confundiendo algunos términos: si bien puede que no sea todo lo redonda y perfecta que pudiera, sí es una película “PRECURSORA” de muchas otras. Y tiene el mérito de hacer de vaso comunicante con los recursos y modos de la novela (negra y no negra). Esto es así a partir del momento en que defragmenta la historia y ésta es explicada y re-explicada desde ópticas y momentos cronológicos diferentes.

Dicho de otro modo: que en el videoclub en que trabajaba Quentin Tarantino, no sólo tenían las obras completas de Sam Peckimpah, primer coreógrafo de la muerte, si no que no se entendería el montaje de Pulp Fiction sin haberse empapado muy mucho de esta obra de Kubrick. De hecho, si se fijan, el concepto “pulp fiction” ya remite a lo literario.

La sinopsis la conocen ustedes de sobras: encabezados por un ex-convicto, un dispar grupo de personajes, movidos por sus motivaciones personales, organiza el robo de las apuestas del hipódromo. Desde mi punto de vista, precisamente, la indagación en esas motivaciones personales es uno de los grandes atractivos de la película. El otro es la estupendísima fotografía.

En efecto, Stanley Kubrick fue fotógrafo antes que cineasta ¡y vaya si se nota! El modo en que coloca la cámara y cómo se iluminan las escenas es prodigioso. Recomiendo fijarse en la escena en que, alrededor de una mesa, los atracadores planean el robo: la cámara a media altura, los claroscuros, el modo de buscar los rostros… Tremendo.

Otra pasión de Kubrick que le acompañó desde la infancia es el ajedrez, y la película no está exenta de un extraño homenaje que, probablemente, alguna biografía o crítica especializada podría aclararme. A ver si doy con ella. Me refiero al personaje de Maurice, el forzudo ajedrecista encargado de armar jaleo como maniobra de distracción. ¿Qué hace un luchador jugando al ajedrez y soltando, a bocajarro, premisas taoístas en cuanto sale en escena? Ya digo, seguro que es un homenaje a algo o a alguien. Por cierto que es delicioso observar como a Sterley Hayden se le escapa la risa escuchando divagar al fornido filósofo: verán que Kubrick ha de cortar inmediatamente y pasar al contraplano. Sucede a la media hora de película. A mí me ha parecido encantador.

Un último apunte literario. Por fin he visto con estos ojitos el hipódromo en que Henry Chinaski se dejaba hasta el último dólar. Sí, hombre, sí, el alter ego de Bucowski. ¿O tú, que ves cine negro, no pasaste por ese sarampión en tu juventud?

Acabando. El que quiera ver un caniche más asqueroso que el que sale al final de esta película tendrá que acudir a “Pink Flamingos” (1972). ¡Pero hostia, diría que en esa película todo da asco!
Joan Ramirez
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