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Voto de Recuerdo:
6
Drama David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2021
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sosteniendo la teoría que mantengo, sobre que todo esto de la maldita pandemia que nos ha tocado malvivir, viene dado por premiar doblemente ese nefasto producto que es “Parásitos”. Aquí, habría que ejercer de vil demonio, y comentar que les está bien empleado a los malos cinéfilos que se creen saben algo del universo multicolor que es el cine, y que, en realidad, no saben nada.

Bien, pues justo un año después y pensando ya en la ansiada salida del dichoso túnel que cohabitamos, llega a nosotros otro “Parásitos” sin ser del todo “Parásitos”. Es decir, es coreana sin ser coreana. Es americana sin ser americana. Dura dos horas y parece que son cuatro. Tiene excelentes críticas cuando es un puro, y absoluto, aburrimiento. Opta a muchos premios y no debería de recibir ninguno. Tal vez, la hermosa fotografía de los parajes verdes y una llamativa, por diferente, banda sonora.

La premisa de “Minari” es bien sencilla: contar la nada más amplia existente sobre una gran pantalla de cine. Epopeya, eso sí, que no está al alcance de cualquiera. Hasta para realizar un mal producto hay que estar sabiamente capacitado. ¿Lograr conquistar el sueño americano? Vale, te lo compro, pero no, de la manera que lo plasmas. Apenas hay trabajo y devoción por ello. Mirarle el trasero a los pollitos como labor fundacional, y después dedicarte a cultivar un gran huerto, está bien. Pero no sufres, no lloras, no sudas, no duermes… llegas a fin de mes… discutes con tu mujer, sí, pero eso ya lo haces desde el principio. Viene dado de tu pasado más reciente.

Además del escaso esbozo del personaje tu mujer, están tus dos hijos, de los que te centras en uno, el pequeño meón. A la mayor, niña ella, casi no le haces caso. Me da igual si me estás contando tú, su vida. Después, nos invitas a participar de la peculiar forma de ser de tu suegra. Malhablada ella. Circunstancia mil veces vista en cientos de películas. Los personajes mayores, sobre todo masculinos, suelen ser así. No siempre, pero sí. Excéntricos, estrafalarios ellos, cuando aquí, suelta cuatro tacos y poco más. El que acarrea la cruz de la penitencia de la religión de sobrevivir, es mucho más interesante. Le sacas un relativo buen partido. La religión, que es una de las pautas que más sobresalen, está presente sin saber yo muy bien el por qué. ¿Es qué en Corea sois todos ateos? ¿Musulmanes? ¿Ortodoxos? ¿Qué sois, erais allí? ¿O es qué os sentís culpables por acudir a misa? ¿Les dais gracias a Dios por estar, tal vez, en la América perfecta? Repito, se me escapa el mensaje que me intentas transmitir. Lo siento.

Si esta es una de las películas del año, los que amamos el cine más que a nuestra propia madre, mal lo llevamos.
Recuerdo
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