El siempre infructuoso intento de enfrentar la razón y el dogma, se convierte en esta película en el motivo último de la misma. Fallido el intento y notable la película. Por sincera y bienintencionada. Por poco efectista y nada maniquea. Por su calidad técnica y artística. Los actores son protagonistas de su propio documental... docudrama lo llaman, creo... Hay mucha verdad en las miradas. Hay desorientación en la búsqueda de palabras que les ayuden a verbalizar sus pensamientos, para saber si lo que realmente sienten, es o no, lo que les dicen que sienten.

Es una tragedia cotidiana insoportable. Pero como el aceite y el agua, disolverse, lo que se dice disolverse... Esto no tiene solución mientras queramos vencer, con la razón, al dogma. No sólo son de naturalezas distintas, sino que, mal que nos pese, uno quedará siempre supeditado al otro. Uno encima. El otro debajo.

¿Y si enfrentamos dos dogmas? Entonces vencerá el que tenga más arraigo popular, pero estará jodido por el que tenga más recursos económicos... Y eso, mientras el aceite sea aceite y el agua, agua.

El fundido en blanco final: esclarecedor.

Acompañémonos todos en el sentimiento.