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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Ciencia ficción. Intriga. Thriller Año 2027: el ser humano está al borde de la extinción: los hombres han perdido la capacidad de procrear y se ignora por qué razon todas las mujeres del planeta se han vuelto estériles. Al mismo tiempo, el mundo se estremece cuando muere un muchacho de 18 años, la persona más joven de la Tierra. Se vive, pues, una situación de caos galopante. En tales circunstancias, Theo (Clive Owen), un desilusionado ex-activista radical de Londres ... [+]
11 de junio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijos de los hombres (Children of Men)

P. D. James, la famosa escritora británica de novelas policiacas, -aunque no siempre, pues abordó otros temas-, que diera vida al célebre inspector Adam Dalgliesh -personaje frío, oscuro, cerebral y esencialmente misántropo-, fue considerada por la mayoría de los críticos muy superior a su homóloga Agatha Christie por su exquisita escritura y cuidado estilo literario. En 1992 publicó una pavorosa ficción distópica situado en la Inglaterra de 2021 y titulada “Children of Men”. Entonces, hace casi 30 años, el tañir de aquellas campanas aún sonaban lejanas y su lamento se escuchaba casi imperceptible para unos oídos situados en las antípodas de ese cataclismo. Y probablemente siguieran sonando lejanas cuando el director mexicano Alfonso Cuarón decidió adaptarla al cine en 2006.
Pero vista hoy, apenas 14 años después, los paralelismos con la actualidad que nos rodea despiertan la turbadora sensación de que esa invención es factible y retumba con fuerza, no ya sólo en nuestros oídos, sino en lo más profundo de nuestras conciencias petrificadas ante esa posibilidad.
Cuarón nos muestra un Londres caótico, semiderruido, colapsado por fuerzas incontroladas y opuestas, todos contra todos, en una contienda salvaje, una lucha feroz y descarnada por la supervivencia de una especie condenada ya a su extinción inminente. La cámara del mexicano se mueve entre cascotes, montañas de escombros y basura acumulada, cuerpos descuartizados, mientras el humo de las chimeneas y la contaminación prefiguran una imagen dantesca en la que el sol, opacado por una espesa grisura, apenas se vislumbra como una veladura fría y mortecina.
¿Y saben por qué esta película nos produce escalofríos? Pues porque todo cuanto contemplamos en la pantalla nos resulta creíble y bien pudiera ser la trágica consecuencia de nuestra irresponsabilidad y egoísmo. Miren sino cómo degradamos la Tierra en un incomprensible suidicio colectivo; cómo millones de emigrantes enjaulados en insalubres campos de concentración llaman desesperadamente a las puertas de nuestros decadentes paraísos afectados también por la más lacerante desigualdad; cómo una pandemia universal deja al descubierto nuestra fragilidad y la del propio sistema sanitario y económico del que dependemos; cómo infinidad de teorías y fábulas conspiratorias de lo más estrafalarias y variopintas se expanden “urbi et orbi” por las redes sociales sin una sola frontera que detenga tanta estupidez y, por último -la lista sería interminable-, cómo insurrecciones y algaradas se suceden día tras día en todas las grandes ciudades del planeta por mor de la muerte de un ser humano cuyo único delito fue haber nacido con un determinado color de piel. Pero, en el fondo, toda esta apocalíptica vorágine oculta un problema de mayor calado: la injusticia, humillación y maltrato a la que ha sido sometida gran parte de la población mundial en aras de un sistema arbitrario, insostenible y materialista que no beneficia a todos por igual.
Cuarón nos muestra un mundo agonizante, crepuscular, una sociedad consumida en la hoguera de su propia arrogancia y lo filma tan despiadadamente bien, lo hace tan verosímil y premonitorio que nos infunde incertidumbre y miedo.
Ah, disculpen, casi cometo un imperdonable olvido: la tienen a su disposición en Netflix. De nada.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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