No puede ser que una película de terror avance inexorablemente hacia la nada. Una hora de metraje y poco o nada a destacar. Ningún susto, ninguna escena mínimamente atractiva, poca sangre, trama lenta, historia aburrida... los peores defectos del género comprimidos como si una carpeta de winzip se tratara.

En la última media hora pretende recuperar parte del terreno perdido. Demasiado tarde. A estas alturas ya nada me importa. Ni quien va a sobrevivir, ni si lo hará nadie; ni si el malo es éste o aquel; ni de cual será su modus operandi. Nada.
Solamente quiero llegar al final, sin importarme qué sensaciones me desprendarán esos últimos minutos que pretenden maquillar el pobrísimo balance anterior. En esa parte definitiva, por fín, se puede apreciar que algo pasa. Hay un malo, muy malo, que se quiere cargar a todo dios y unos pobres pringados a quienes parece que les importe menos que a mi sus vidas porqué se lo ponen demasiado fácil. Se les acabó el ketchup justo al empezar a rodar. Poca sangre, poca emoción, nulo misterio. La peor de la saga con diferencia. Una de las peores prelículas de, supuestamente, terror que he visto en los últimos tiempos. ¿El motivo? Entre muchos otros, que pasan muy pocas cosas y las pocas que pasan estan terriblemente mal filmadas. Y ese recurso de la noche, de la oscuridad, cumple perfectamente con el objectivo del director mediocre: ocultar lo mal que dirige.