La cinta cuenta la investigación policial que se desata tras la desaparición de un adolescente. La misma está encabezada por un detective que une a una situación familiar desestructurada, una creciente problemática con el alcohol. Interpretado por Vincent Cassel, de verdad tengo la sensación durante toda la película que este policía anda perdido y borracho.

Érick Zonca regresa al largo tras casi diez años, y filma un thriller bien estructurado, proponiendo una trama que va ganando interés y que no decae pese a sus casi dos horas de duración. Se permite ciertas licencias en el guión, pero lejos de estar ante un producto manufacturado y lineal, propone situaciones que saben retratar ciertas complejidades de la vida, con contradicciones que originan un padecimiento interior que traspasa la pantalla.

Los hechos, las circunstancias y comportamientos que van rodeando a los protagonistas, no adelantan un desenlace que acaba de perfilar un fructífero retorno