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Voto de Kyrios:
6
Acción. Intriga. Thriller Nick Conklin (Michael Douglas) y Charlie Vincent (Andy García) son dos policías de Nueva York a los que asignan la misión de escoltar a un peligroso asesino de la Yakuza desde Estados Unidos hasta Japón. Pero una vez llegan al aeropuerto de Osaka, el detenido se escapa. Intentando atraparlo, van a parar a los bajos fondos de la ciudad, donde se verán envueltos en una encarnizada guerra entre bandas rivales de la mafia japonesa. (FILMAFFINITY) [+]
4 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Tony Scott rodó en 1986 una de las piezas del cine pop más icónicas de los años ochenta, Top Gun, su hermano Ridley, hizo podríamos decir, la visión más oscura de esta película, cuando tocando ya los años noventa, en el 1989 dirigió la digna Black Rain. Una película que seguía la molonidad y todo lo "cool" que nos recordaba la película protagonizada por Tom Cruise, pero que esta vez añadía su toque de oscuridad y violencia, que anticipaba ya lo que sería la década cinematográfica siguiente.

La película empieza como un tiro. Michael Douglas es un tío con carisma. Pido de antemano que me disculpen por el léxico que voy a emplear para describir la película, pero en este caso no hay otra forma. Como decíamos, Douglas es el amo. El que parte el bacalao. No sólo es un policía de una ciudad donde hay más de 3 mil asesinatos a la semana, sino que los fines de semana se dedica a hacer carreras ilegales de moto. Y él, por supuesto, gana siempre. Y con chupa de cuero incluida.

Con esta introducción, la película ya nos presenta de manera bastante evidente las intenciones de la obra. Ridley no se sale de la tónica del cine comercial de aquella época, pero le añade una madurez y una oscuridad que no acostumbraba a estar presente. Porque el personaje que interpreta Douglas no es un héroe. Ni de lejos. Más bien es un personaje antihéroe, porque como se explicará más tarde, ha incluso robado dinero de un narcotraficante. Él tiene su propio sentido de la justicia, como lo podrían tener los personajes de Clint Eastwood en sus propios thrillers detectivescos.

Pero la película se desvía del thriller convencional en cuanto a nuestros dos protagonistas, Douglas y Andy Garcia (este último está bastante bien en cuanto a nivel interpretativo se refiere) se dirigen a Japón, porque por cuestiones del destino un peligroso mafioso japonés tiene que ser extraditado a dicho país. Pero claro, incluso se les escapa por una triquiñuela y tendrán que perserguirlo en las calles de Osaka.

Y estaba claro que en realidad Ridley quería que la película pasará en Japón. Porque casi que el armazón argumental es en realidad una mera excusa para que Scott nos presente unos escenarios que recuerdan incluso a películas del mismo director, como Blade Runner (1982), pero esta vez ambientadas en el presente. O ¿Es el presente? porque las calles de Osaka, con esas potentes luces de neón, con esos letreros indescifrables, con esos ambientes oscuros, parecen en realidad una distopía del presente. Parece un mundo alternativo donde las bandas de moteros han tomado las calles, y la policía vive sin poder hacer nada. Solo el implacable sentido de la justicia norteamericano puede soliviantar la situación...

La película cuenta con secuencias que pueden introducirse dentro de lo mejorcito de la filmografía de Ridley Scott, algo que pese a los haters que viene trayendo el director en los últimos años, son palabras mayores. Podemos destacar las que tienen relación con el asesinato del personaje de Andy García, y que resultan demoledoras, no solo por el impacto emocional de la misma, sino especialmente por como construye el director la tensión en dicha escena. Lo que en un principio parece un simple juego (un motorista robando la chaqueta y jugando con ella), poco a poco va derivando en algo mucho más macabro. Scott sabe en esos momentos como llevar el tempo y como cambiar de tono de una manera muy natural. Acompañado de una cámara que aunque parece invisible, en realidad recorre gran parte de recorrido junto a los protagonistas. Hasta que pasa lo inevitable.

Para los más cinéfilos, el nombre de Jan de Bont les sonará familiar, y es que ha sido uno de los directores de fotografía del cine comercial y de acción de Hollywood más popular de las década ochenta y noventa. A él podemos atribuirle en esta faceta películas como Jungla de Cristal (1988), Instinto Básico (1992) o La caza del octubre rojo (1990). Incluso llegó a dirigir la mítica película de acción Speed (1994)

Lo cierto es que el papel de la fotografía en Black Rain es básico, y a fe que Jan de Bont cumple a la perfección con el cometido. Su Japón se mueve entre un incipiente Cyber-Punk y una estética vaporosa que puede evocarnos al cine de Yakuzas de los años setenta. De cualquier manera, siempre que se hable de la película, debemos acordarnos del bueno de Jan de Bont.

El problema principal de la película es que el guion no tiene nada de especial, y además parece que está demasiado alargado. Las diferencias entre la policía americana y la japonesa acaban cansando por ser demasiado repetitivas. Una vez ya sabemos que Douglas y García no tienen jurisdicción posible en Japón...¿Para qué repetir tantas veces este mismo concepto? ¿Quizá para rellenar metraje? ¿Para no hacer perder al espectador más desorientado la poca trama que hay? Lo cierto es que con veinte minutos menos de metraje la película habría ganado enteros, y quizá podríamos estar hablando ahora de uno de los miniclásicos de Scott, y no de una película que generalmente aparece siempre en lo más bajo de las listas cuando se habla de este cineasta.

Por otra parte, Gladiator era cine de acción, pero desde luego aportaba en muchas otras facetas. Otro de los peros que se le pueden poner a Black Rain es que quizá no es más que una digna película de acción, pero poco más que eso.

Conclusión

Una película trepidante, que muestra una de las mejores cintas de acción de Scott. Olvidable en su parte argumental, arrebatadora en su parte estética. Obligatoria para cualquier amante del cine de acción de los ochenta.

Crítica escrita para https://cinemagavia.es/
Kyrios
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