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Voto de Kyrios:
7
Comedia. Fantástico. Romance Cuando muere a los 70 años, Henry Van Cleve va al Infierno, donde lo recibe un caballero bien vestido que le exige que confiese sus delitos. Henry comienza entonces a contar su historia: desde niño, su acaudalada familia le proporcionó todos los lujos y satisfizo todos sus caprichos. Siendo ya adulto, llevó una vida disipada, entregado a la bebida y a las mujeres. Pero su vida cambió radicalmente el día en que conoció a Martha Strabel, ... [+]
10 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diablo dijo no (1943) es una de las célebres películas que dirigió el director alemán Ernst Lubitsch en suelo norteamericano, donde la picaresca y el famoso toque Lubitsch se pone de relieve durante todo el metraje.

La película se inicia con la llegada de un entrañable anciano a lo que parece el infierno. Allí lo recibe ni más ni menos que un curioso Satanás vestido con uniforme. Como en otras películas cómicas, el diablo no recoge la apariencia más monstruosa, sino que aparece representado como un hombre de prestigio, sólo identificable por estar sentado en un lugar privilegiado (la estancia preinfernal que se supone parece una sala de estar normal, aunque con una gama cromática estridente) y por el toque de color rojo con el que el maquillaje aparece en al actor Laird Clegar. Como ya hiciera Dante cuando escribió su divina comedia, lo que adopta la película de Lubitsch es la relación del infierno como un lugar administrativo, como el cielo mismo, fruto de una visión casi capitalista, donde los condenados tienen que rellenar un formulario y solicitar permisos. Nuestro diabólico personaje comenta el ajetreo que hay últimamente por sus aposentos y de hecho trabaja como una especie de Perito que comprobará si realmente nuestro personaje se merece ir al cielo o al infierno.

Paradójicamente no hay intención de humillar a nuestro demonio, sino todo lo contrario, por momentos parece que simplemente es un encargado al que le ha tocado un papel difícil de cumplir. Esto queda patente con el propio final de la película, cuando después de escuchar a la versión hablada de la vida de Henry Van Cleve (interpretado por Don Ameche) lo envía gustosamente al cielo. El demonio aquí es una figura con la que el relato se sirve de marco con tal de narrar las diferentes peripecias de nuestro protagonista, que inicia así un largo flashback que ocupará todo el largo del metraje hasta casi el final de la película, y en el que contará toda su vida para que el diablo dilucide si se trata o no de una buena persona. El demonio por tanto sigue las pautas cómicas que encontramos en el Diablo y yo (1946), una película con la que comparte muchas semejanzas, pues también ahí realizaba una especie de gestión dentro del infierno.

Curiosamente el personaje principal que interpreta Don Ameche destaca por ser capaz de engañar al mismísimo diablo. Una de las grandes bazas de la película es la manera como el director consigue ceder protagonismo narrativo a la voz en off del personaje del relato. Dicho de otra manera, a medida que vemos narrar a nuestro protagonista su propia vida, se omiten o se dejan a evidencia del espectador ciertos detalles para que no queden totalmente implícitos, y para que tanto el diablo como el público de la película (ambos al fin y al cabo son los que oyen el relato del protagonista) sean ellos quienes los descifren por sí mismos. Muchas relaciones extramatrimoniales de nuestro protagonista (el hecho básico por el que ha bajado directamente al averno) quedan dilucidados por la candidez con la que cuenta su vida el protagonista. ¿Quién se iba a enfadar con tal entrañable anciano? Hasta el diablo es capaz de creerse sus mentiras.

El diablo dijo no es una película que nos habla de toda una vida, comprimida en poco menos de dos horas. Iniciándose con el nacimiento de nuestro protagonista hasta la muerte de este. La película opta por el tono desenfadado de la comedia, que recoge en su interior varias gotas de drama. El joven Van Cleve nace en el seno de una gran familia burguesa norteamericana, y Lubitsch se sirve de esto para atacar sistemáticamente los modelos tradicionales y reaccionarios de dichas familias. De esta manera nos encontramos con la exageración de los personajes familiares, la madre y padre del protagonista, del sobrino Albert…Sin duda todos forman parte del mismo pensamiento que lo único que pretende es según la moral burguesa, encontrar una buena mujer con la que casar a su hijo para que siente la cabeza. Entre tanta charlatanería el director, aparte de nuestro personaje principal, nos coloca el de su abuelo, que es el único que tiene algo de humanidad en sus venas y una gran vis cómica en la película. En frente de esta moral reaccionaria el director ennoblece (o por lo menos adorna) la vida del personaje principal, totalmente opuesta a los valores de su familia, con una vida disoluta donde las mujeres están siempre presentes.

El toque Lubitsch se puede medir en todo momento. Pese a que nos encontramos con la historia, en definitiva, de un auténtico Casanova, el director consigue que empatizemos (como el diablo) con la vida de nuestro personaje. Y eso que sabemos que pese al gran amor de su vida que aparece representado con Martha (interpretada por Gene Tierney) acaba teniendo una cornamenta profusa. Pero aún así El diablo dijo no es una maravillosa comedia romántica (y algo más) del don Juan por excelencia que un buen día decide sentar la cabeza (con algunas excepciones).
Kyrios
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