Si hay algo que le gusta a nuestro querido Mel Gibson, son esas grandes historias reales que marcaron un momento muy especial en la vida de una o muchas personas. Ya lo ha demostrado anteriormente.

En ésta ocasión nos trae la grata historia de un hombre con unas grandes convicciones religiosas que le impiden portar cualquier instrumento que sirva para quitar la vida a una persona. Eso hace unos años se vería muy light, en 1942 era una auténtica locura. Es como ir a la guerra con una pistola de agua como se suele decir. Pues Desmond Doss rizó más aún el rizo, ni tan siquiera llevó esa pistola de agua. Fue declarado el primer objetor de conciencia en su país y acudió para como él declaraba, a salvar vidas en un lugar que las cobrará.

Contada desde el punto de vista de la heroicidad y el misticismo (típicas licencias de los directores), andaremos de puntillas sobre la infancia del chaval y a posteriori se concentrará exclusivamente en el periodo desde el alistamiento en adelante. Su fuerza, su vigor, su condición física, su fuerte mentalidad y convicción religiosa lo harán destacar sobre el resto de sus compañeros, tanto para lo bueno como para la malo. Creo que ha sido un pleno acierto dar el papel protagonista a un actor con cara de no haber roto un plato, no me imagino por ejemplo a Brad Pitt, Richard Gere o Harrison Ford jóvenes haciendo este papel. Andrew Garfield da la talla, tanto en su aspecto como en su forma de interpretación. El resto del reparto está sinceramente grandioso, me ha gustado mucho Hugo Weaving en el papel del padre de Desmond. Y una auténtica delicia para nuestros ojos, cada escena en la que sale Teresa Palmer, vaya bellezón por Dios. Y siempre insistiré que me agrada más ver a Vince Vaughn en papeles más dramáticos que en comedias.

En cuanto a los efectos especiales y en concreto en las escenas bélicas, una delicia para mis córneas. Claras, precisas, bien definidas y sin confusión. A un lado los americanos y al otro los japoneses. Aquellos que hemos leído algo sobre la segunda guerra mundial y Japón, nos ha sorprendido gratamente ver ciertas situaciones sobre la lealtad japonesa. No temer a la muerte ya que para ellos morir por su país y más por su emperador Hirohito quien era considerado un Dios. De ahí esas escenas de soldados atacando sin miedo, o ver a altos mandos quitándose la vida con la hora o el harakiri con el conveniente kaishakunin a su lado.

Magnífica película bélica con un trasfondo ético. Muy recomendable.