Es increíble que no haya visto esta película hasta el día de hoy. No me ha gustado, me ha encantado.

En especial porque adoro todas esas historias de barrios marginados y chicos que se meten en la mierda desde bien temprano, porque según la sociedad, es lo que han visto mientras crecen y parece que dan por hecho el fin que obtendrá cada uno. No señores, el problema de las drogas y el tráfico de estas no es un problema de nuestros días, sino de mucho más atrás. Y sí, funciona de la misma manera, un cabeza, que siempre está al margen de todo, pero que tiene un control exhaustivo de cada entrega y pago de su negocio. Sus hombres de confianza y los pececillos que intentan ganarse la vida como camellos mientras se juegan el pellejo para enriquecer al cabecilla. No ha cambiado no. Y tampoco la idea que es mejor ganar dinero fácil aún estando al margen de la ley que levantarte a las cinco de la mañana por un mísero sueldo. Cuestión de principios creo que lo llaman.

A mi Fresh me ha recordado mucho a Uno de los nuestros. Con la diferencia que Michael no tenía a nadie que intentara apartarlo de la calle. Un chico listo, avispado y muy observador, con una gran inteligencia controladora debido al adiestramiento de su padre jugando al ajedrez. Observa, estudia al contrario y luego actúa. Esto lo lleva perfectamente a la práctica en su trabajo de calle.

Me ha impresionado como Boaz Yakin prepara no solo un argumento tan atractivo, sino como se curra un pedazo de guión donde desde un principio tiene todo perfectamente atado para ese final tan espectacular, aunque al espectador se lo irá mostrando poco a poco y sorprendiéndolo constantemente.

En cuanto a las actuaciones, la del chaval Sean Nelson es grandiosa, después se inclinó más por la televisión. Giancarlo Esposito a quien hemos visto recientemente en la premiada Breaking Bad o el increíble Samuel L. Jackson con un extraordinario papel a pesar de ser tan corto.

Grandísima película que no deberían perderse.