El que vaya a ver esta película debe saber de antemano lo que hace. Ya se advierte en la sinopsis y se deja entrever por las críticas profesionales que lo que vamos a ver dista mil millas de ser un ejercicio de rutina.

El argumento es conocido en las cintas que versan sobre venganza, pero ese ansia, rabia insana que despierta de la injusticia tan sabiamente instilada en otras películas como Un Ciudadano Ejemplar u Old Boy aquí se diluye en una cámara de revelado de fotografía omnipresente que lo tiñe todo de rojo (y no por sangre, aunque no falte) y una banda sonora que recuerda a los Trípodes de La Guerra de los Mundos. Las escenas violentas son demasiado cortas y los entreactos demasiado largos dando lugar a un ritmo irregular.

Nicolas Cage lo borda, no hay duda sobre ello, y nos deja unos cuantos memes más para su colección, algunos que serán de culto. A la altura de su actuación la ambientación, de la cual se ha hablado mucho y muchas buenas cosas se han dicho. Lo cierto es que está muy lograda. Gran parte de la ambientación obedece a la iluminación y en este sentido, en mi opinión, hay saturación por el exceso de filtros cutres al rojo, en vez de una buena iluminación que habría dado opción a una ambientación brutal (como La Llegada o Blade Runner 2049)

Es el tipo de película que no deja indiferente a nadie y habrá quien la ame y quien la odie. También es rica en detalles, no todo es sangre y venganza; a partir de ellos se pueden hilar diferentes teorías a cada cual más psicodélica y según desde dónde uno empiece a contar...

No es un cine al uso, y eso es refrescante, pero verla es un ejercicio agotador aunque agradecido.