Quizás me puedan mis recuerdos de adolescencia, pero no tengo ninguna duda de que Spiderman es el superhéroe por excelencia. No solo es ese disfraz envolviendo un cuerpo no demasiado corpulento, es sobre todo la persona que hay detrás de la máscara. Una persona como cualquiera de nosotros, con todas nuestras debilidades. Y en su papel de superhéroe tampoco podríamos decir que brille por sus super poderes. Eso sí, los tiene lo suficientemente potentes, tanto que convenientemente mezclados con arrojo e inteligencia son capaces de derrotar a enemigos muy poderosos.

Es por eso que a Marc Webb no le ha podido resultar muy difícil hacer una buena película sobre Spiderman, a la altura de la de Sam Raimi. No por ello le quiero quitar méritos. El film indaga con acierto en los aspectos más iniciáticos del personaje, la asimilación de la asunción repentina de poderes y su relación con el resto del mundo, es decir, su papel en la sociedad que lo acoge. Ya para ir acabando, la película cuenta con un buen dibujo de personajes, por ejemplo, el tío o la novia. Quizás un aspecto negativo que empaña poco los méritos del film sea la oscura historia del padre de Peter Parker, pero pienso que es pecata minuta en comparación con esta nueva y magnífica versión, que no copia, de Spiderman.