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España España · Tarragona
Voto de Luigi:
8
Musical. Drama. Romance El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2013
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Tuve la oportunidad hace un par de años de ver en el Teatro Lope de Vega el musical del que Tom Hooper ha hecho ahora una película; para ello tuve que hacerme quinientos kilómetros en un tren de alta velocidad. Mi primer recuerdo de este musical fue verlo anunciado por todas partes en una mis estancias en Londres a finales de los ochenta, haciendo pinitos con el inglés. Por supuesto que no la vi, eran demasiadas libras, demasiado el tiempo con el que había que reservar, y demasiado inglés; además, el teatro tampoco está dentro de mis prioridades, antes estaba cualquier reestreno de Woody Allen, "Annie Hall", sin ir más lejos.

Por eso, aproveché que la representaban en Madrid para saldar una deuda que tenía conmigo. La verdad es que no me arrepentí de haber ido y me sigo sin arrepentir, pero ya entonces le puse muchos peros, no tanto a la obra como al contexto en general. Los amantes del teatro suelen alardear de aspectos que dicen que el cine carece: esa interactuación entre los actores y los espectadores, esa capacidad que tiene cada función de ser en sí misma un nueva obra; en fin, todo eso que le falta al cine, un arte, que sin decirlo, suele parecerles menor.

A este respecto diré que para la representación a la que acudí, escogí unas entradas que no eran de las más baratas, aunque tampoco de las más caras. A gran distancia de mí, adivinaba, enlatado literalmente en mi butaca y a muchos metros de altura, la cara de los actores e intentaba acertar a ver qué decían; afortunadamente el armazón esquemático casi obligatorio hacía que aquello representaban en escena se fueran al menos intuyendo, pues no he tenido el placer de haber leído la obra de Victor Hugo, a pesar de haber leído mucha novela decimonónica francesa en su versión original; la extensión de esta obra encoge bastante los ánimos. Que la función del día anterior o la siguiente fueran ligeramente diferentes, porque el actor o la actriz puso un poco más o menos énfasis en un punto concreto, fue algo que realmente me importó bien poco ni tampoco mi pobre oído hubiese podido apreciar. Sobre la famosa interactuación que se produce entre público y actores decir que desde yo estaba situado decir eso casi suena a broma, que lo noten los actores es otro cantar.

Fue una experiencia, digámoslo sin epítetos y sin anteponer el adjetivo indefinido “toda”, un regalo a mi esposa y de paso para mí. Esta falta de entusiasmo me retraía de ver la versión cinematográfica, a pesar del buen sabor de boca y de oído que me dejó la última película de este director inglés “El discurso del Rey”; y también, por qué no decirlo, me daba pereza la duración tan extensa que parece que se va imponiendo en las películas modernas; es como si dijeran: ya que no podemos llenar las acostumbradas cuatro sesiones de toda la vida, por la deserción del público a otros medios más baratos, por decirlo fino, hagamos que las sesiones duren más y les salga el minuto de sesión más barato; no es mala idea, si dispones del tiempo necesario, claro está, y el guion lo justifica, que se decía antes. Al final, se impuso en mí ese cinéfilo que llevo dentro y me decidí a comprar la entrada, por cierto, mucho más barata que la más baratas de las entradas teatrales.

No entraré a desgranar la película, pues ya me voy extendiendo en demasía, aunque sí que me quiero centrar una parte de la película, aquella que protagoniza casi al inicio Fantine, estupendamente interpretada por Anne Hathaway. La vemos trabajando casi como una esclava en un fábrica, como otros muchos en la Inglaterra de la Revolución industrial, la vemos humillada por su maloliente capataz, vemos cómo una vez despedida se va degradando vendiendo su cabello, sus dientes, y por fin su cuerpo. En el momento en que ella vende por unos chelines su cuerpo la cámara en un movimiento pudoroso se centra en ella en un primer plano fijo sobrecogedor.

Consumado el acto, por no decir violación, se queda sola ante la cámara y con el cabello rapado, el rostro castigado, el honor humillado canta la famosa canción de este musical: “I dreamed a dream”; literalmente, soñé un sueño. La intensidad de ese rostro, que fue bello, en un primer plano sostenido que ocupa media pantalla de forma lateral, pero sin absorberla completamente, junto con esa hermosísima canción de sueños rotos es tal que te quedas apabullado en la butaca durante largos minutos; convierte a Hathaway en Fantine para siempre, y más, si la ves proyectada sobre un pantalla panorámica de dimensiones mayúsculas, donde puedes apreciar cada mínimo gesto o brillo de una actuación e interpretación, llenas de registros, sin igual; Ayuda también, todo hay que decirlo, el poder seguir integramente la letra con los subtítulos. Cuando vi esto mismo en el teatro, apenas me percaté de todo ello; no se entendían tan bien los antecedentes, ni mucho menos ese riqueza expresiva en el rostro de la actriz de turno, y que conste que no dudo que pudiera tenerla, cosa que nunca sabré.

Me imagino que los que han criticado la dirección de Hooper, lo habrán hecho por el abuso que en su opinión se produce del primer plano, por querer contraponerlo con la lejanía del teatro; cuando, recordemos que es el plano americano, el que enfoca de rodilla para arriba, el que caracteriza el cine clásico de toda la vida. Sin embargo, no olvidemos que clásicos mudos como el “Juana de Arco” del prestigioso director danés Carl Th. Dreyer está filmado en gran parte en primer plano; por cierto, qué gran parecido guarda Anne Hathaway con la protagonista de la obra de Dreyer. No quisiera acabar sin mencionar la gran interpretación de los dos actores masculinos protagonistas, Hugh Jackman y Russell Crowe; a parte de la maravillosa secuencia que he comentado, son ellos los que sostienen con buen pulso el armazón bien entramado de la película, de cabo a rabo.
Luigi
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