Una fiesta. Todo el pueblo (un apacible lugar nevado pequeño y alejado) está invitado. Lars (Ryan Gosling) ha invitado a Bianca a la fiesta, mientras está sentada con el resto de chicas, el va a la barra de la cocina a por un poco de ponche para ambos. Y allí, entre la multitud, la mira mientras ella no sabe que está siendo observada. Solo tiene ojos para ella, y en su mirada, hay auténtico amor.

El único pero es que Bianca es una muñeca de plástico y no una mujer real, ya que Lars, que está lleno de bondad y ternura, también es tremendamente asocial y no es capaz de conectar con otros.
Lars vive cerca de su hermano y cuñada y cuando les presenta a Bianca, tanto ellos como el pueblo tendrán que hacer frente a la situación intentando no hacer daño a Lars.

Como propuesta es extraña sin duda, pero el guion está lleno de sensibilidad y es una de esas películas con alma, que esbozan una sonrisa al terminar, una película indie que vale la pena y cuenta con una fantástica interpretación de Ryan Gosling, y es que pocas miradas de películas románticas han reflejado tan solo una parte de su amor por Bianca.