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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Drama Poder, dinero y sangre: estos son los valores a los que los habitantes de las provincias de Nápoles y Caserta tienen que enfrentarse cada día. No hay elección; no tienen más remedio que obedecer las leyes de la Camorra. Sólo unos pocos afortunados pueden llevar una vida normal. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquellos que aún podían guardar de los miembros del crimen organizado de origen italiano esa visión idealizada que los dibuja como tipos trajeados y carismáticos, que disparaban sus pistolas a ritmo de Frank Sinatra y se guiaban por un estricto código de honor, ya debieron pasarlo mal con “Los Soprano”: gangsters en chándal o raídos batines, agobiados por mil problemas familiares, que intercambiaban tuppers de pasta y administraban sus negocios desde la trastienda de un puticlub de carretera. Por si quedaba nadie que hubiera sobrevivido a Tony Soprano y su panda de chabacanos secuaces o que pudiera creer que en la hermosa Italia aún era posible encontrar entre los “camorristi” auténticos hombres de honor, “Gomorra” se encarga de eliminar las pocas expectativas que de ello pudieran albergar.
Lo que esta peli pretende es agarrarnos por el cuello y meternos de cabeza en las letrinas del podrido estado italiano, donde la Camorra lleva años incrustada como una tenia, controlando, como un auténtico estado en la sombra, la vida cotidiana de los habitantes de la región de Nápoles. De ahí que navegue entre el documental y la ficción, tratando de mostrarnos, mediante varias historias paralelas, hasta qué punto llegan las ramificaciones de esta organización criminal. De ahí derivan también el éxito y el fracaso de esta película.
El éxito de “Gomorra” consiste en las amargas cucharadas de realidad que nos hace tragar. Todo cuanto rodea a la Camorra carece de encanto, solo hay roña, cutrez, inmundicia. No hay honor, ni respeto, ni matices: o con nosotros o contra nosotros, si no pagas tú, uno de los tuyos lo hará. Los miembros de la Camorra se enfrentan a su trabajo como empleados de una fábrica, no son más que piezas ciegas de un engranaje, seres vacíos que cumplen con su cometido (traficar con drogas, hacer desaparecer residuos tóxicos, regentar un taller de costura ilegal) con la anodina eficiencia de un funcionario. Los niños se sienten atraídos por los “camorristi” porque son los reyes de su mugriento barrio, e ingenuos macarrillas de medio pelo se creen reencarnaciones maquineras de Tony Montana dispuestas a conquistar el mundo. Una espiral, en suma, sin principio ni fin, retroalimentada por la permisividad (o complicidad) del gobierno italiano, que Matteo Garrone retrata a la perfección.
El fracaso de “Gomorra” es artístico. Tanto se esfuerza Garrone por subrayar su mensaje de denuncia, por reforzar el hiperrealismo y el tono semidocumental de su película, que este acaba anulando sus valores puramente cinematográficos. La gran cantidad de tramas abiertas y el esfuerzo dedicado a mostrar de modo demasiado enfático la vaciedad de los personajes, alargando innecesariamente planos y secuencias, desenchufa al espectador de lo que pueda ocurrirles y da al conjunto global un ritmo mortecino que llega a ser cansino. Lo noble de la intención se lleva por delante la resolución formal de la peli, la cruda realidad se impone al cine. Una lástima.
Normelvis Bates
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