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Comedia. Aventuras Aventuras y desventuras de los participantes en una carrera automovilística entre Nueva York y París, a principios del siglo XX. Jack Lemmon y Tony Curtis interpretan a dos excéntricos pilotos entre los que hay una feroz rivalidad. Todo tipo de incidentes y situaciones cómicas se irán sucediendo. (FILMAFFINITY)
15 de marzo de 2014
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, "La carrera del siglo" inspiró aquella serie de Hanna-Barbera Productions titulada "Los autos locos" (1968), que según recuerdo era de lo más amena. Lástima que no pueda decir lo mismo del original cinematográfico, cuya lista de méritos queda reducida prácticamente a lo que acabamos de señalar. Entre el dibujo animado y el cómic, el largometraje avanza con parsimonia, infantilismo sumo y nulo sentido del humor durante la desmedida extensión de 150 minutos. El principio es bochornoso, además de reiterativo, pero uno se consuela aduciendo que cuando empiece la carrera, de París a Nueva York que efectivamente fue una competición que se celebró realmente en 1908, mejorará, cosa que a mi parecer sólo lo consigue, unas décimas, más o menos a la hora de la salida. Es entonces cuando lo cómico se contrae para dar paso a una aventura, con homenaje a "El prisionero de Zenda" (1952), disparada pero más tolerable.

De los actores podría decir algo en general pero prefiero centrarme en Natalie Wood y su Maggie Dubois, con un guardarropas impresionante, si bien no del todo fiel a la moda de principios de siglo, esos pantalones o zapatos/botines, que cabe en una maleta. Por cierto, guiño simpático el ver pasarla por la Rusia Imperial, incluso hablando ruso, cuando ella precisamente era hija de emigrados rusos. Recordad que su verdadero nombre era Natalia Nikolayevna Zajarenko. El caso es que Maggie se proclama feminista pero al mismo tiempo usa una serie de prerrogativas que son incompatibles con la condición igualitaria de la mujer. Dice al principio que pretende emanciparlas de ser "sirvientas o diosas" con el grito de "¡fuera lavanderías y abajo los pedestales!". Ahí está la clave. Igualar implica cortar por abajo pero también por arriba. Ese estatus superior privilegiado es destruido precisamente por el feminismo. Norma la crisis de la mujer.
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