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Voto de claquetabitacora:
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Aventuras. Acción
1935. Shanghai. El intrépido arqueólogo Indiana Jones, tras meterse en jaleos en un local nocturno, consigue escapar junto a una bella cantante y su joven acompañante. Tras un accidentado vuelo, los tres acaban en la India, donde intentarán ayudar a los habitantes de un pequeño poblado, cuyos niños han sido raptados. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Para empezar Lucas quería que esta segunda parte fuese más oscura y tétrica que “En busca del Arca Perdida” [...]. Además, tenía una idea en mente muy clara. Quería que el personaje protagonista pasase por situaciones oscuras, siniestras, dignas de una película de terror [...]. Los guionistas decidieron rellenar la trama con elementos de magia negra, vudú, esclavitud infantil, sacrificios humanos y cultura a la diosa Kali. Para darle mayor verosimilitud y mayor sensación de peligro dentro del suspense y el terror requerido, la historia y las escenas de acción se realizaron en el interior de un templo, oscuro, deprimente y cargado de tintes sobrenaturales [...].
Otra de las ideas de George Lucas para esta segunda parte fue convertirla en una precuela en vez de una continuación. De esta forma los nazis ya no eran los villanos. Así se le daba un tono más exótico, se adentraba por completo en el género de acción y aventuras, con un enfoque mucho más activo y con una violencia más directa, agresiva y por ende mucho más adulta [...] Lógicamente Harrison Ford volvía a ser el héroe por antonomasia sólo que esta vez iría acompañado de Tapón, un niño huérfano de 10 años y compañero de aventuras [...], convirtiéndose en una especie de hijo adoptivo de Jones para así hacer aflorar su lado protector y paternal.
Para esta ocasión se decidió cambiar de actriz. Ya no estaba Karen Allen como Marion Ravenwood. Se optó por Kate Capshaw. Su rol como Willie Scott era completamente opuesto al de Marion por muchas razones y motivos. Para empezar es un personaje ajeno completamente a las aventuras confiriéndole un carácter pasivo, chillón, irritante, excesivo y un tanto histriónico, muy deudor de las chicas desvalidas de las películas de aventuras del cine clásico [...]. Una vez nos adentramos en la película nos damos cuenta de que la introducción se convierte en una pequeña expiación por dos temas que rondaban al director y que por ciertos motivos nunca pudo llegar a tocar. Por un lado vemos que toda la pequeña set piece es un musical en sí mismo [...]. Cuando el número termina damos paso al segundo elemento que concierne a los gustos personales de Spielberg y ese no es otro que convertir, aunque sea por unos instantes, al protagonista en una especie de James Bond. Indiana Jones aparece vestido con un smoking blanco, impoluto, como si de esta forma el director se quitase la espinita que tuvo cuando el espía británico más famoso de la historia era una de sus propuestas antes de ponerse con el arqueólogo aventurero [...].
La acción que contemplamos en toda la introducción es perfecta. Tenemos la primera secuencia donde un diamante, un antídoto y un montón de hielo esparcido por el suelo sirven como elementos de distracción para dar paso a una set piece cargada de confusión, slapstick involuntario, tensión muy bien resuelta y que sirven como preámbulo para una persecución por las calles de Shanghái y una huida en el último instante a bordo de un avión. Todo puesto al servicio como enlace para una de las escenas más hilarantes, arriesgadas y atrevidas no sólo de la entrega en cuestión sino de toda la saga: el salto al vacío de los tres protagonistas a bordo de una balsa que irá hinchándose a medida que va cayendo para dar con una montaña y seguir avanzando hasta saltar a un río. Un pequeño tour de force que empezaba a magnificar las aventuras y virtudes del personaje como si todo fuese posible y no hubiese reparo en inyectarle cuanta mayor fantasía a la acción mejor, por muy inverosímil que resultase la hazaña [...].
Una vez más, para esta segunda parte, volveremos a tocar un elemento sobrenatural y con tema religioso como trasfondo. En esta ocasión, a través del encuentro con un chamán hindú quien les llevará a su aldea en Mayapore (India), descubrimos el quid de toda la trama [...]. Es interesante ver como Spielberg aunaría el espectáculo de la aventura con la tensión del drama. De ahí que la escena del poblado, donde los habitantes se encuentran sumidos en la pobreza más absoluta y lloran por el secuestro de los niños, resulte una de tantas que irán apareciendo a lo largo de la película para enfatizar y ensalzar la forma en cómo el director domina la sensiblería y el dramatismo del ser humano. Otra de las secuencias que demuestra el don para ello es cuando uno de los niños raptados aparece en escena y cae a los brazos de Indiana [...].
De esta forma tanto Spielberg tras la cámara como Harrison Ford delante conseguían humanizar al personaje, dotarle de rasgos y emociones más cercanas a un padre y un ser humano implicado con asuntos sociales que no simplemente ser el héroe de acción que se crece y encuentra salida a situaciones límite [...]. En esta ocasión “El templo maldito” es mucho más directa en cuanto a intenciones pues una vez el trío protagonista sale del poblado van directamente al palacio de Pankot, lugar tapadera para el templo del título. Allí conoceremos el folklore del lugar, un tanto exagerado, en una de las secuencias más divertidas, surrealistas y desagradables como es la comida [...].
[...] A través de un pasadizo secreto y una secuencia perfecta donde Jones y Tapón tendrán que pasar por un lugar infestado, literalmente, de insectos (abstenerse de contemplar todo aquel que sienta animadversión hacia los bichos) y necesitar la ayuda de Willie para poder escapar de una trampa llena de pinchos y muerte [...], aparecemos en el meollo de la cuestión y hará acto de presencia el villano en cuestión o al menos el brazo ejecutor del mismo: Mola Ram, el sacerdote que realiza los sacrificios humanos (uno de los momentos más cruentos es aquel donde le arrancará el corazón a una de las víctimas) y que mantiene a los niños bajo una cruel tiranía. Lo cierto es que la presencia de Amrish Puri como Ram es perfecta pues si bien es cierto es parco en diálogo más allá de cuatro o cinco líneas sus acciones y su porte son perfectos para el personaje [...].
- Continúa en spoiler -
Otra de las ideas de George Lucas para esta segunda parte fue convertirla en una precuela en vez de una continuación. De esta forma los nazis ya no eran los villanos. Así se le daba un tono más exótico, se adentraba por completo en el género de acción y aventuras, con un enfoque mucho más activo y con una violencia más directa, agresiva y por ende mucho más adulta [...] Lógicamente Harrison Ford volvía a ser el héroe por antonomasia sólo que esta vez iría acompañado de Tapón, un niño huérfano de 10 años y compañero de aventuras [...], convirtiéndose en una especie de hijo adoptivo de Jones para así hacer aflorar su lado protector y paternal.
Para esta ocasión se decidió cambiar de actriz. Ya no estaba Karen Allen como Marion Ravenwood. Se optó por Kate Capshaw. Su rol como Willie Scott era completamente opuesto al de Marion por muchas razones y motivos. Para empezar es un personaje ajeno completamente a las aventuras confiriéndole un carácter pasivo, chillón, irritante, excesivo y un tanto histriónico, muy deudor de las chicas desvalidas de las películas de aventuras del cine clásico [...]. Una vez nos adentramos en la película nos damos cuenta de que la introducción se convierte en una pequeña expiación por dos temas que rondaban al director y que por ciertos motivos nunca pudo llegar a tocar. Por un lado vemos que toda la pequeña set piece es un musical en sí mismo [...]. Cuando el número termina damos paso al segundo elemento que concierne a los gustos personales de Spielberg y ese no es otro que convertir, aunque sea por unos instantes, al protagonista en una especie de James Bond. Indiana Jones aparece vestido con un smoking blanco, impoluto, como si de esta forma el director se quitase la espinita que tuvo cuando el espía británico más famoso de la historia era una de sus propuestas antes de ponerse con el arqueólogo aventurero [...].
La acción que contemplamos en toda la introducción es perfecta. Tenemos la primera secuencia donde un diamante, un antídoto y un montón de hielo esparcido por el suelo sirven como elementos de distracción para dar paso a una set piece cargada de confusión, slapstick involuntario, tensión muy bien resuelta y que sirven como preámbulo para una persecución por las calles de Shanghái y una huida en el último instante a bordo de un avión. Todo puesto al servicio como enlace para una de las escenas más hilarantes, arriesgadas y atrevidas no sólo de la entrega en cuestión sino de toda la saga: el salto al vacío de los tres protagonistas a bordo de una balsa que irá hinchándose a medida que va cayendo para dar con una montaña y seguir avanzando hasta saltar a un río. Un pequeño tour de force que empezaba a magnificar las aventuras y virtudes del personaje como si todo fuese posible y no hubiese reparo en inyectarle cuanta mayor fantasía a la acción mejor, por muy inverosímil que resultase la hazaña [...].
Una vez más, para esta segunda parte, volveremos a tocar un elemento sobrenatural y con tema religioso como trasfondo. En esta ocasión, a través del encuentro con un chamán hindú quien les llevará a su aldea en Mayapore (India), descubrimos el quid de toda la trama [...]. Es interesante ver como Spielberg aunaría el espectáculo de la aventura con la tensión del drama. De ahí que la escena del poblado, donde los habitantes se encuentran sumidos en la pobreza más absoluta y lloran por el secuestro de los niños, resulte una de tantas que irán apareciendo a lo largo de la película para enfatizar y ensalzar la forma en cómo el director domina la sensiblería y el dramatismo del ser humano. Otra de las secuencias que demuestra el don para ello es cuando uno de los niños raptados aparece en escena y cae a los brazos de Indiana [...].
De esta forma tanto Spielberg tras la cámara como Harrison Ford delante conseguían humanizar al personaje, dotarle de rasgos y emociones más cercanas a un padre y un ser humano implicado con asuntos sociales que no simplemente ser el héroe de acción que se crece y encuentra salida a situaciones límite [...]. En esta ocasión “El templo maldito” es mucho más directa en cuanto a intenciones pues una vez el trío protagonista sale del poblado van directamente al palacio de Pankot, lugar tapadera para el templo del título. Allí conoceremos el folklore del lugar, un tanto exagerado, en una de las secuencias más divertidas, surrealistas y desagradables como es la comida [...].
[...] A través de un pasadizo secreto y una secuencia perfecta donde Jones y Tapón tendrán que pasar por un lugar infestado, literalmente, de insectos (abstenerse de contemplar todo aquel que sienta animadversión hacia los bichos) y necesitar la ayuda de Willie para poder escapar de una trampa llena de pinchos y muerte [...], aparecemos en el meollo de la cuestión y hará acto de presencia el villano en cuestión o al menos el brazo ejecutor del mismo: Mola Ram, el sacerdote que realiza los sacrificios humanos (uno de los momentos más cruentos es aquel donde le arrancará el corazón a una de las víctimas) y que mantiene a los niños bajo una cruel tiranía. Lo cierto es que la presencia de Amrish Puri como Ram es perfecta pues si bien es cierto es parco en diálogo más allá de cuatro o cinco líneas sus acciones y su porte son perfectos para el personaje [...].
- Continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A partir de ese sacrificio humano “El templo maldito” se torna mucho más seria de lo que uno pudiera imaginar y ante todo no hay cabida a ningún momento liviano. Todo acontece dentro de un tono oscuro, sin apenas iluminación, dentro de un rojo infernal. Tampoco ayuda a sentirse aliviado al contemplar al protagonista poseído y reconvertido en una especie de zombie al servicio del villano en cuestión. En ese mismo escenario contemplamos a todo el mal del lugar pues tenemos a la mano instigadora (el primer ministro) y el brazo ejecutor (Mola Ram) para volver a sacrificar a otro ser humano, en este caso Willie. Sólo que en este caso se “suavizará” la ejecución pues se preferirá ofrecerla al pozo de fuego en vez de arrancarle el corazón. Pero la secuencia en concreto es bastante enfermiza pues Indiana Jones es convertido en un títere que no dudará en maltratar físicamente a Tapón al no ser dueño de sus actos [...].
Una vez Indiana Jones esté libre de la maldición [...] la acción es non-stop, no hay tregua ni puntos muertos. Una de las ideas que se desecharon para la anterior entrega se recupera aquí y se convierte en la escena insignia de la película: una persecución a contrarreloj a través de los túneles de la mina donde Indiana y sus amigos van a bordo de una vagoneta mientras los esbirros les persiguen en otra. Todo está al servicio de la puesta en escena donde maquetas, cámara y montaje son un cómputo de éxito pues a pesar de notarse en ciertos momentos que lo que vemos son muñecos da igual, nosotros sentimos el peligro ante un circuito cerrado cargado de adrenalina pura [...].
[...] Vista con perspectiva, a día de hoy, la entrega más oscura de la saga se torna, por derecho propio, en la más activa, la más adrenalítica en cuanto a exposición y la más acertada en cuanto a propósito y resultado (sin desmerecer en ningún momento a la versión anterior). Incluso podría subrayarse que, si bien es cierto que así como en el Arca Perdida todo es mucho más maduro y es el guión plantilla para todas las entregas que vendrían después, aquí se prefiere optar por un ritmo más acorde a la aventura más primigenia, a la acción más contundente y donde el protagonista de la película resulta mucho más físico, más presencial y mucho más superhéroe que de costumbre (cítese la escena donde salva a los niños enfrentándose a los esbirros o la citada escena del puente) [...].
Para empezar Spielberg se desprende de todo cuanto puede hacer tropezar el ritmo, maneja la cámara con una soltura impresionante y saca lo mejor del actor protagonista. Sabe conjugar a la perfección lo tenebroso (aunque hay que reconocer que algún momento puntual resulta incómodo de ver en ciertos aspectos) con la aventura más esencial y la acción más física sin olvidar el drama para dar un respiro en el momento que entrega a los niños al poblado en la escena más emotiva de todas y la que demuestra porqué el género lacrimógeno lo domina a la perfección. Tampoco hay que olvidar la partitura de John Williams quien aparte de renovar el tema principal de Indiana Jones decide innovar con “Slave children’s crusade”, un tema épico y dramático al mismo tiempo pero que a la vez se convierte en un distintivo propio tanto de esta entrega como de la saga en general al igual que la fotografía de Douglas Slocombe está mucho más trabajada y sigue siendo un ejemplo de saber captar el color del lugar para darle un toque exótico pero jugando con los tonos rojizos dentro del templo para dar la sensación de peligro constante. Sin lugar a dudas “Indiana Jones y el templo maldito” es un rara avis dentro de su propia identidad que si bien es cierto siempre queda en segundo plano cuando se menciona la primera parte puede llegar a resultar mucho más redonda de lo que pueda parecer en un principio. Gloria y fortuna en todo sentido.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2018/01/30/critica-indiana-jones-y-el-templo-maldito-steven-spielberg-1984-oscura-fortuna-y-gloria/
Una vez Indiana Jones esté libre de la maldición [...] la acción es non-stop, no hay tregua ni puntos muertos. Una de las ideas que se desecharon para la anterior entrega se recupera aquí y se convierte en la escena insignia de la película: una persecución a contrarreloj a través de los túneles de la mina donde Indiana y sus amigos van a bordo de una vagoneta mientras los esbirros les persiguen en otra. Todo está al servicio de la puesta en escena donde maquetas, cámara y montaje son un cómputo de éxito pues a pesar de notarse en ciertos momentos que lo que vemos son muñecos da igual, nosotros sentimos el peligro ante un circuito cerrado cargado de adrenalina pura [...].
[...] Vista con perspectiva, a día de hoy, la entrega más oscura de la saga se torna, por derecho propio, en la más activa, la más adrenalítica en cuanto a exposición y la más acertada en cuanto a propósito y resultado (sin desmerecer en ningún momento a la versión anterior). Incluso podría subrayarse que, si bien es cierto que así como en el Arca Perdida todo es mucho más maduro y es el guión plantilla para todas las entregas que vendrían después, aquí se prefiere optar por un ritmo más acorde a la aventura más primigenia, a la acción más contundente y donde el protagonista de la película resulta mucho más físico, más presencial y mucho más superhéroe que de costumbre (cítese la escena donde salva a los niños enfrentándose a los esbirros o la citada escena del puente) [...].
Para empezar Spielberg se desprende de todo cuanto puede hacer tropezar el ritmo, maneja la cámara con una soltura impresionante y saca lo mejor del actor protagonista. Sabe conjugar a la perfección lo tenebroso (aunque hay que reconocer que algún momento puntual resulta incómodo de ver en ciertos aspectos) con la aventura más esencial y la acción más física sin olvidar el drama para dar un respiro en el momento que entrega a los niños al poblado en la escena más emotiva de todas y la que demuestra porqué el género lacrimógeno lo domina a la perfección. Tampoco hay que olvidar la partitura de John Williams quien aparte de renovar el tema principal de Indiana Jones decide innovar con “Slave children’s crusade”, un tema épico y dramático al mismo tiempo pero que a la vez se convierte en un distintivo propio tanto de esta entrega como de la saga en general al igual que la fotografía de Douglas Slocombe está mucho más trabajada y sigue siendo un ejemplo de saber captar el color del lugar para darle un toque exótico pero jugando con los tonos rojizos dentro del templo para dar la sensación de peligro constante. Sin lugar a dudas “Indiana Jones y el templo maldito” es un rara avis dentro de su propia identidad que si bien es cierto siempre queda en segundo plano cuando se menciona la primera parte puede llegar a resultar mucho más redonda de lo que pueda parecer en un principio. Gloria y fortuna en todo sentido.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2018/01/30/critica-indiana-jones-y-el-templo-maldito-steven-spielberg-1984-oscura-fortuna-y-gloria/