En un episodio de The Simpsons, Barney Gumble realiza un cortometraje lleno de clase y sensibilidad. Frank Miller debería revisar esa pequeña obra maestra para darse cuenta de que su film resulta lento, pretencioso, ridículo y notablemente aburrido.

Las reminiscencias estéticas de Sin City son sólo eso: un escenario residual y monótono. Los personajes son tan absurdos como esperpénticos. Lo de las voz en off, mejor ni mencionarlo... De traca, oiga.

Todo ello envuelto en una atmósfera onírica que provoca, precisamente, sueño. Lo único que evita cerrar los ojos del todo son las esporádicas apariciones de mujeres curvilíneas. Pero que nadie se flipe, que tampoco es para tanto.

Si ninguno de los que participan en la película parecen tomársela en serio, ¿por qué debería hacerlo yo?

Hasta Barney Gumble se tiraría de los pelos pensando que él podría haberlo hecho mejor.