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España España · Tramacastiel
Voto de Luis:
8
Drama Lola, una hermosa mujer, aparece asesinada a orillas del mar, cerca de un pueblo de pescadores. Todo empezó unos meses antes, cuando llegó al pueblo despertando las pasiones de todos los hombres, aunque sólo un viudo consiguió sus favores. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los gallos de la madrugada" es una adaptación muy libre del mito de Fedra hecha en clave de humor y a la que se le añade una intriga policíaca que no existe tampoco en la obra de Séneca. El guión de Carlos Blanco es bueno, pero extraño, pues combina forzadamente el humor costumbrista con elementos fantásticos dignos de Jardiel Poncela. Pero consigue interesar de principio a fin, gracias a la calidad de los diálogos, el logrado ritmo de la historia y la profundidad del mensaje. Pues en la trastienda de una estética pintoresca y esperpéntica (recuérdese el cadáver que en vez de llevárselo una ambulancia lo hace un motocarro) descubrimos una crítica a las convenciones sociales, desde los maridos aburridos de sus mujeres que persiguen a la descarada forastera (Concha Velasco), mientras no dejan de despreciarla por su desvergüenza, al simbólico rechazo a la propiedad privada que expresa el afilador vagabundo (Fernando Fernán Gómez) cuando afirma odiar las tapias que protegen las fincas.
Realismo, pasión, suspense, capricho y disparate se suceden con peligrosa audacia que no deja de producir algunos desequilibrios. Uno de ellos se da en la comedia, donde el juego de palabras en algunos momentos resulta irreal, sobre todo en la relación entre el afilador y la desmadrada buscona. En compensación el relato policíaco alcanza una rara perfección. No sólo está sólidamente estructurado, sino que resulta imposible descubrir al asesino, mérito que a estas alturas consiguen pocos títulos del género.
Sáenz de Heredia, que por esas fechas no tenía ya grandes ambiciones artísticas, recuperó su inspiración clásica y dirige con pulso enérgico y excelente técnica narrativa este film ambientado en una desértica costa andaluza donde nadie tiene acento andaluz y donde las playas ambientan no pocas secuencias, como la caída del viejo coche al mar o las peleas del enfurecido hijo (Tony Isbert) con el personaje de Concha Velasco. Esta última hace un recital interpretativo a la italiana de un personaje malhablado, imprevisible, que pasa de la furia a la risa en pocos segundos; que se burla de todos, incluido un guardia civil, y que sólo respeta la, para ella, sorprendente inteligencia del afilador, un pequeño filósofo capaz de reparar un transistor con pan rayado.
Gran parte del mérito de los actores reside en lo bien que están dirigidos por Sáenz de Heredia, que por esas fechas logró que Paco Martínez Soria dejara de hacer el payaso en "Don erre que erre" y "Se armó el belén".
El film, en la fecha que se estrenó, correspondía ya a otra época y, además, fue un fracaso comercial. Sin embargo hoy sigue muy vivo y me parece uno de los últimos buenos productos comerciales españoles de calidad de los años setenta.
Luis
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