Es una verdadera pena lo que la directora francesa Stéphanie Di Giusto ha creado en este biopic falsamente dedicado a la vida y logros de la talentosa artista de principios del siglo XX Loïe Fuller. Fuller no solo trajo grandes innovaciones al terreno artístico francés de la Belle Époque (su espectáculo de danza consistía en ejecutar un baile sumamente elegante y bello aguantando pesadas telas sobre su cuerpo mientras era iluminada con proyectores eléctricos que creaban un juego constante de luz, color y movimiento) sino que su mera existencia supuso un adelanto a su época. La Fuller era lesbiana. De hecho, nunca lo negó ante nadie. A lo largo de su vida solo mantuvo relaciones sexuales y de pareja con mujeres (siendo la más larga la que mantuvo con su ayudante, un personaje que aquí sale casi de refilón sin hacer mucho ruido y sin que prácticamente reparemos en su presencia). Su modo de vida y la manera en la que abrazo su sexualidad abiertamente (algo que en aquellos momentos era impensable) supuso toda una inspiración para el resto de mujeres que la conocieron y para el colectivo LGTBI.


En la cinta, el personaje tiene una sexualidad dudosa (tanto que no llegas a adivinar por dónde van los tiros hasta casi bien avanzado el metraje). Di Giusto concibe un personaje que incluso llega a tener varias relaciones sexuales con hombres (la escena de la violación es vergonzosa y abochornante) y el personaje del conde interpretado por Gaspard Ulliel se lo han sacado de la manga. Tanto que es una invención de la directora y no llego a existir en la vida real. ¿Realmente era necesario esto para el progreso de la historia?. ¿No se puede hacer una película sin que aparezca un personaje masculino del que parece que dependen las mujeres?.


Falsear tanto una historia real me parece una falta de respeto total hacia la vida de la homenajeada, la que estoy segura que sin duda fue mucho más interesante de lo que se nos muestra en esta cinta. Por cierto, el personaje de Isadora Duncan y su extraña relación con la protagonista tampoco se entienden. Si se quería representar una historia de amor complicada (la cual tampoco existió), fallan estrepitosamente y dejan a la Fuller como una especie de depredadora que se quedaba prendada de las bailarinas jóvenes de su compañía y quería aprovecharse de ellas. Me ha parecido de un mal gusto impresionante.


En fin, no la veáis. Es un despropósito enorme y encima dura casi dos horas. Lo único bueno es la fotografía de Benoît Debie y los efectos de iluminación. Si tuviera que puntuar solo eso le daría un diez, pero el guion que escriben la directora y Sarah Thibau es increíblemente patético. Y al final, la historia en si tiene más peso que los efectos técnicos sobre todo cuando estamos hablando de un biopic donde se miente tan descaradamente y se inventa otra vida a la homenajeada.