Transporter fue la película que consagró a Jason Statham como nueva estrella del cine de acción. Producida por el director francés Luc Besson, el filme se rodó íntegramente en Francia y su éxito propició dos secuelas. Cuenta la historia de Frank Martin, un antiguo militar reconvertido en "transportista", que realiza envíos de cosas o ejerce de conductor en atracos siempre al servicio del mejor postor. Frank es un tipo elegante y muy profesional que se rige por unas reglas básicas pero inviolables. En el momento en que incumple una de sus sagradas reglas las cosas se le complican cuando se convierte en el objetivo de una banda organizada que trafica con seres humanos. Para enfrentarse a ellos contará con la ayuda de un poli enrollado y de una atractiva asiática con la que llega a intimar.

He aquí otro producto de acción desenfrenada con explosiones, tiros, persecuciones y pelas por doquier a cada cual más inverosímil. A comienzos de los 2.000 el concepto de acción cambió drásticamente. Las películas están filmadas con un ritmo frenético e incluyen escenas imposibles del todo. A mí la primera vez que la vi en su día me pareció infame, pero con el tiempo le he cogido el gusto a este nuevo estilo disparatado en el que el guión es lo de menos y los especialistas son los auténticos protagonistas.

Una de las cosas que destaco del film son las peleas perfectamente coreografiadas. Del resto de las secuencias de acción destaco, la pelea en el garaje entre Statham embadurnado en aceite de coche contra un sinfín de malhechores a los que pone finos. La escena de la persecución del comienzo que aunque sea una fantasmada no deja de ser espectacular. O el ataque de los malos a la casa del protagonista que destrozan con una lluvia de balas y bazokazos. Sin embargo, el final con la persecución de los camiones es muy decepcionante por previsible y por plagiar descaradamente a En busca del arca perdida.