Me esperaba otra cosa. Y creo a que a todos los que la vieron en su día y después les pasó lo mismo. Lo que empieza siendo un western sobre ladrones de bancos, pronto se transforma en un romance en clave de comedia entre su pareja protagonista, para posteriormente derivar en una historia de amor legendaria en la que la ficción termina imponiéndose a la realidad.

Bronson encarna a un atracador de bancos quien con su banda se dirige a perpetrar uno. El día antes del robo sueña que les tenderán una emboscada y morirán acribillados a balazos por lo que finge un accidente con su caballo para no ir, quedándose en la mansión de una viuda rica que se encuentra de camino a la ciudad. Pronto ambos se enamoran y vivirán unas horas de amor y pasión que se convertirán en la comidilla de los habitantes del lugar. La mujer decide escribir un libro contando la experiencia con la ayuda de un periodista y se convierte en todo un éxito.

Aunque la idea resulta de lo más original, insólita para un western, la película no me gustó. No me creo la ingenuidad de Ireland cuando Bronson la seduce. Tampoco me creo que las horas que pasan juntos retozando sean tan intensas y maravillosas como para que le inspiren a la mujer a escribir un libro. Y por último, tampoco me creo que todo el pueblo se compadezca de la mujer en la defensa que hace de su idilio con el forastero cuando poco antes la señalaban por mantener relaciones inapropiadas con dicho forastero.

Para un argumento así creo que el tono cómico le perjudica porque no te la tomas en serio en ningún momento. Tenía que haber sido todo más dramático para resultar convincente. No obstante, reconozco que se trata de un western inusual y genuino, bellamente fotografiado, con una banda sonora de lujo de la mano de Elmer Bernstein, y el tándem Bronson-Ireland bien compenetrado.