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España España · Madrid
Voto de Alacades:
6
Drama Años cincuenta. Una acomodada y modélica ama de casa de Connecticut lleva una vida aparentemente equilibrada, satisfactoria y programada según los cánones de la familia burguesa americana. Sin embargo, de manera inesperada, tiene que enfrentarse a una gravísima crisis matrimonial y a un mundo exterior que impone límites a las emociones. Un mundo en el que domina el racismo y la intolerancia sexual. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que se prestan al análisis y Lejos del cielo es una de ellas. Es de 2002, pero si un espectador la viera por la tele, sin saber lo que ve, podría pensar perfectamente que es una película de los años cincuenta; y no digo ambientada en aquella época, sino rodada entonces, una auténtica película de los años cincuenta. Obviamente algunos detalles delatarían enseguida su factura actual, como los actores, que son conocidos, o ciertos perfeccionamientos técnicos que son inequívocamente modernos; pero hay otros muchos que remedan exactamente el modo de hacer cine de hace sesenta años, como por ejemplo los rótulos iniciales, con los típicos caracteres de su época, o como los saturadísimos colores de los vestidos de las señoras, los rojos tremendos del otoño de Connecticut, y las cándidas y ridículamente desfasadas voces de mujeres y niños, tan habituales en la forma de actuar de entonces. Otras características remiten al guion, como el carácter de familia tradicional, con la imagen de felicidad que supuestamente era el sello del clásico hogar americano; o también, el enfoque de los problemas ajustado a la forma de pensar de la época, haciendo alarde de los convencionalismos propios de una sociedad obsesionada con el que dirán, tan diferente en eso, de la actual.
Sin embargo no es un film antiguo sino moderno, y las cuestiones que plantea tienen que tener un enfoque éticamente correcto a día de hoy. Teniendo esto en cuenta, el director, en su afán por hacer una película formalmente cincuentera, plantea las cuestiones del guion con los esquemas imperantes entonces: los personajes y las situaciones se desarrollan con arreglo a aquellos valores, lo que entra en cierta contradicción con el veredicto éticamente correcto que transmite la película, al desbaratar los valores rancios (racismo e intolerancia), implícitos en su carácter cincuentero. Se genera así una contradicción, que nos acompaña durante todo el visionado: ¡Algo anda mal, algo falla!… ¿Qué es? En mi opinión, es la enorme dificultad de gestionar un guion que se sitúa en una época, pero se juzga desde otra, mezclando los puntos de vista éticos y morales de cada momento. Los cineastas de 1955 solo tenían que enfrentarse a los problemas que la ética y la moral de su tiempo les ponían por delante; les saldría mejor o peor, pero ese era su cometido. Querer hacer hoy lo mismo, pero añadiendo, como variable, un salto de sesenta años, incrementa notablemente la dificultad. Buscar el rigor histórico empeñándose en mantener a toda costa la mentalidad de entonces, hace inevitable la confrontación entre la moral de ayer y la de hoy, dando como resultado la dificultad del público de asimilar esas diferencias.
Los colores intensos y algunos otros detalles estéticos, en principio agradan, sí, pero también cansan enseguida, por demasiado notorios, son pastiches que de tan repetidos, acaban pareciendo excesivos. El guion sí que está bien, no se puede negar que plantea un conflicto que en su época debió ser formidable; pero, volvemos a lo de antes, hoy no lo sería, hay que admitir que esta historia en el contexto actual quedaría totalmente desdramatizada. De los tres personajes más importantes, los dos masculinos no encajan bien en sus roles, quizá porque éstos no estén bien planteados, son personajes sin la suficiente consistencia, algo falla en ambos, Dennis Quaid está como perdido en un papel en el que no consigue centrarse, y en cuanto a Dennis Haysbert, el actor de color, sí que es convincente como actor, pero su personaje, en mi opinión, no está bien trazado. Para mí, las estrellas son, sin duda, Julianne Moore y su personaje. Todo gira a su alrededor, ella es el sujeto activo y pasivo del conflicto, de ella se espera la solución, si existe, y ella es, en todo caso, la que extrae las conclusiones últimas tras el desenlace. Ahora bien, si desgraciadamente la película carece de fuerza, como creo que ocurre, ni ella ni su personaje son los responsables de esa carencia.
Por lo que he leído en otras reseñas, parece que muchos espectadores quedaron deslumbrados por la estética efectista, y por lo desgarrador de la historia; ambas características les hicieron ver esta película como una especie de resurrección del clásico cine melodramático de un redivivo Douglas Sirk. Como imitación no queda mal, pero está muy lejos de tener la categoría que tenían algunas de aquellas películas. Le falta fuerza y clase para poder convertir ese desgarro en una gran película, y los detalles estéticos, por sí solos, no son suficientes para alcanzar el nivel de excelencia al que aspiraba.
Alacades
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