Partiendo de la premisa de que la serie tenía una idea bastante original, solo me queda afirmar que ha resultado fallida. La primera temporada (22 episodios) se alarga sobremanera sin adentrarse en el verdadero problema: las explosiones de bombas nucleares en diversas ciudades de EEUU. En lugar de ahondar en este problema se desvía a los problemas internos del pueblo de Jericho, con las relaciones amorosas de los habitantes, mientras paralelamente la trama va adelante a duras penas. La segunda temporada (7 episodios) es un correcalles sin más intención que cerrar todo en pocos capítulos, intentando no dejar ningún cabo suelto. ¿Lo consigue? Mmm, se podría decir que sí, pero quedan muchas cosas en el aire. En esta temporada, la segunda, es cuando el hilo argumental se centra verdaderamente en el problema, en la conspiración terrorista que ha destruido el país. Pero para mi gusto, ya es demasiado tarde.
Los actores es un caso aparte. Los hay buenos, malos, simpáticos y odiosos. En este último grupo colocaría a Skeet Ulrich, auténtico fallo de casting de la serie, al que el papel protagonista le supera en todo momento. En los demás no me pararé demasiado porque, ya digo, los hay de todos los gustos y colores.
La familia central, los Green, verdaderos patriarcas del pueblo, resultan cansinos al hacer y deshacer a su gusto todo lo que tenga que ver con política, sanidad, logística, estrategia... Mirado de cualquier otra manera, podría resultar un tipo de secta o algo por el estilo. Acaparan cual familia de terratenientes cualquier esquina de Jericho.
Para terminar, y a modo de resumen, diría que el regusto que se nos queda es el de una idea malograda, de un proyecto con un buen sustento pero con el que no supieron edificar nada, de una serie más que se queda en el olvido.