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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Ernesto hace un viaje a la provincia argentina de San Luis, a un remoto pueblo en un valle puntano, para recordar su infancia y las circunstancias que han determinado su vida: sus padres se habían exiliado voluntariamente de Buenos Aires para vivir en una comunidad campesina. La llegada de un geólogo español, contratado por el cacique local para buscar petróleo, representa una amenaza para la forma de vida de los campesinos. (FILMAFFINITY) [+]
9 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adolfo Aristarain, uno de los más grandes cineastas argentinos de todos los tiempos, autor de films imperecederos como “Martín (Hache)” o “Roma”, nos lega con “Un lugar en el mundo” una película de las que ya no se hacen sobre personajes que ya no existen, por desgracia. Una cinta cargada de principios éticos, políticos, sociales y morales; de gentes que viven y actúan de acuerdo a sus convicciones; cargada de una filantropía humanista desaparecida de la faz de la Tierra; en un mundo rural atacado, consumido y destruido por el capitalismo; con unos diálogos que llenan de rabia y emoción, de desesperación y esperanza. Una obra maestra, al fin y al cabo.

Sostenida en un elenco actoral de ensueño que da todo lo que tiene dentro y mucho más, que derrocha entrega y compromiso para sostener a unos personajes que permanecerán de por vida en la memoria y en la conciencia de quienes los han contemplado. Ese portento actoral llamado Federico Luppi como el maestro de un recóndito poblado rural en la Argentina profunda que tiene convicciones, ideas y acciones comprometidas que lo llevan a organizar una cooperativa de ganaderos para plantarle cara al cacique del lugar; un sueño hecho mujer llamada Cecilia Roth en la mejor interpretación de su carrera, como la esposa del maestro y médica en el consultorio del pueblo, en perpetua lucha contra las injusticias; un espléndido José Sacristán como el geólogo contratado por el terrateniente que se revuelve contra el mismo y apuesta por las gentes humildes; una maravillosa Leonor Benedetto como la monja roja que apuesta por la teología de la liberación ante las injusticias sociales que contempla; un joven Gastón Batyl como el hijo adolescente del matrimonio protagonista que descubre la cruda realidad de la vida y del amor a través de una adolescencia muy especial en tan peculiar lugar perdido.

Todos ellos conforman una historia cuajada de idealismo, de convicción de que un carro tirado por un caballo puede ganar siempre la carrera a un tren y de que el proletariado campesino conseguirá imponerse al capitalismo terrateniente. Un idealismo que tendrá que confrontarse duramente con la realidad.

Sobre todo lo demás, en el film priman y llaman especialmente la atención sus diálogos, cargados de frases lapidarias, reflexiones épicas y lucidez vital, tan propias del cine de Adofo Aristarain, que logran que sus 120 minutos pasen como un suspiro por delante de los ojos del espectador. Ayudado por una preciosa música inolvidable de Emilio Kauderer y una dirección de fotografía hiper realista de vocación documental de Ricardo de Angelis.
Sergio Berbel
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