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Voto de Sergio Berbel:
6
Drama. Comedia Ernesto (Ernesto Alterio), un director de teatro excéntrico e inconformista, recibe la noticia de la muerte de su madre. Camino al cementerio roba el ataúd para tirar el cadáver al océano, como era su deseo. Su hija (Gala Amyach), cansada de sus locuras, le acompaña con la intención de hacerle cambiar de idea. En el viaje descubrirá que su padre no es ningún loco, y que uno debe ser fiel a sí mismo aunque esto, a veces, suponga ir en ... [+]
27 de mayo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las “road movie” son mi género favorito, y una dirigida por Achero Mañas prometía y, sin embargo,… Ha querido ser Alexander Payne combinando drama y comedia a partes iguales pero se ha dejado finalmente acunar por los cánones manidos y sobreexpuestos de las “fell good movies” más ortodoxas y termina siendo una cinta edulcorada y blandita a pesar de su fantástico punto de partida.

La propuesta comienza electrizante y llamativa: Ernesto (un siempre solvente Ernesto Alterio) tiene una madre un tanto peculiar que ha llegado a esa edad donde es habitual pasar por el tanatorio a despedir amigos con demasiada habitualidad y, a la vuelta de cada uno de esos episodios luctuosos, siempre le dice a su hijo que no quiere ser enterrada ni incinerada, que quiere que su cuerpo sea arrojado al mar de forma natural y por muy prohibido que esté por la legislación vigente.

El personaje de Ernesto Alterio también tiene una hija, Cloe (fantásticamente interpretada por la joven Gala Amyach) que estudia Derecho por indicaciones de su madre pero que realmente está dotada para la pintura. Este hombre, en un momento fronterizo de su vida, se está separando de la madre de Cloe y no está pasando por un buen momento profesional en su carrera de actor. Tampoco le van bien las cosas a Max, su hermano, músico con alma de compositor que se está ganando la vida como puede mediante la interpretación de clásicos.

A todo esto, y como era de esperar, la madre (divertidísima la veterana Magüi Mira, lo mejor de la función) fallece y la promesa emerge como piedra angular de una aventura a través de la carretera que los lleve desde Madrid hasta Altea, la playa donde quería ser arrojada la madre cuando falleciera.

Y ahí es donde todo comienza a cojear, por culpa de un guión previsible, que tira de demasiados tópicos y clichés y que trata de forzar la emoción en el espectador cuando decide que así sea. No lo trata como a un ser inteligente que se va a dejar llevar cuando la propuesta así se lo pida y si le funciona, sino que tira con violencia de las riendas y lo obliga a emocionarse cuando sus autores mandan, y así la cosa no acaba de despegar nunca y todo tiene ecos a ya visto muchas veces.

Si hubiera sido un poco más original en el desarrollo de un planteamiento mucho más que interesante, hubiéramos hablado de una gran película, pero no es el caso. Del autor de una obra maestra como “El bola” se espera siempre mucho más.
Sergio Berbel
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