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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Jessie es una mujer de mediana edad cuya vida es una pesadilla: la epilepsia la incapacita para conservar cualquier trabajo, tiene un hijo drogadicto y su matrimonio es un fracaso. Un día, antes de acostarse, le confiesa a su madre que ha decidido quitarse la vida. (FILMAFFINITY)
8 de noviembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de las películas más impactantes, duras, descarnadas, salvajes y perturbadoras que haya visto en toda mi vida. Y, sin duda, ante la mejor aproximación al tema tabú del suicidio jamás rodada. “Buenas noches, madre” de Tom Moore es una absoluta obra maestra adaptando al cine la obra teatral homónima de Marsha Norman, igualmente la guionista acreditada del film.

Simple y llanamente, Jessie (una estratosférica Sissy Spacek) le comunica a su anciana madre (la siempre espectacular Anne Bancroft) que se va a suicidar esa misma noche. Lógicamente, su madre trata de oponerse de todas las maneras posibles a la decisión de su hija pero ella permanece inflexible, dado que su fracaso vital no parece permitirle otra salida. A sus más de cuarenta años vive con su madre porque no puede ganarse la vida trabajando dados sus constantes episodios de epilepsia; su marido se divorció de ella; su hijo está desaparecido porque cayó en el mundo de las drogas; sus hermanos no tienen con ella la conexión que deberían; no tiene amigas ni deseos de volver al mundo exterior…

Jessie es quien organiza la casa de manera concienzuda y obsesiva desde que volvió a convivir con su madre y le ha dejado a ésta todo perfectamente preparado y organizado. La preparación ha sido tan fría y meditada como la inflexible decisión tomada por la mujer, definitivamente derrotada por las circunstancias.

De claro aliento teatral, el film no sale en ningún momento del interior de la casa que habitan madre e hija y se desarrolla en torno a intensísimos duelos dialécticos entre ambas, únicos personajes de la cinta, entre la resignación y la rebelión, entre la aceptación y la ira. Un festival interpretativo de Sissy Spacek y Anne Bancroft de los que hacen época.

Pero lo que hace eterna la cinta es la dureza de su guión y sus diálogos, descarnados, hirientes y terribles. La extrema verosimilitud sangrante de una película de digestión compleja que te golpea en el estómago desde la humildad de su propuesta. Una obra maestra inconmensurable no apta para espíritus demasiado sensibles.
Sergio Berbel
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