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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama La irrupción del periodista Manuel Cueto en la vida del escritor Joaquín Góñez, a instancias de la editorial para la que Joaquín está escribiendo su último libro, provocará un gran desasosiego en la solitaria vida de este hombre que vive de espaldas al mundo y rehuye sus propios recuerdos. Acostumbrado a la soledad, el encuentro con el joven periodista despertará en él emociones olvidadas que lo transportan a la época de su niñez y a su ... [+]
10 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta argentino Adolfo Aristarain, imprescindible para entender mi pasión por el Séptimo Arte (“Lugares comunes”, “Un lugar en el mundo”, “Martín (Hache)”, firmó en 2004 con “Roma” su obra de madurez, la narración pausada, estilizada y emocionante de la vida de un escritor como excusa aparente para confeccionar uno de los más bellos y emotivos retratos de la maternidad jamás rodados. Porque la película no trata en realidad de la vida de un escritor porteño llamado Joaquín Góñez desde la infancia hasta su ancianidad, sino de la madre de éste, una extraordinaria mujer llamada Roma, generosa, culta, amable y, sobre todo, entregada a la felicidad de su hijo en cuerpo y alma. Roma es un personaje inolvidable y lo que hace de este film de Aristarain algo tan especial.

Existen dos elementos que me llaman poderosamente la atención en esta pequeña gran joya del cine contemporáneo:

1 La caligrafía visual: manejando el nombre de José Luis Alcaine al frente de la dirección de fotografía de este film está todo dicho. Aristarain quiere trascender lo hecho hasta el momento, donde la palabra siempre fue más importante que la imagen en su filmografía previa, para crear belleza plástica sublime también en imágenes. El intento culmina con un éxito absoluto. “Roma” es una joya visual de principio a fin, un placer para los sentidos, una auténtica maravilla.

2 Sus personajes femeninos: también el cineasta argentino quiere centrarse al fin sobre el universo femenino y lo logra de una manera definitiva a través de una serie de mujeres que trascienden la visualización del film para acompañar al espectador para siempre. Desde esa madre ideal y perfecta llamada Roma que interpreta sutilmente Susú Pecoraro hasta las distintas mujeres que pasan por la vida de su protagonista, destacando muy especialmente Marina Glezer interpretando a Alicia y Marcela Kloosterboer como Reneé. Las tres ofrecen una lección magistral interpretativa desde la contención.

Lo demás, corre a cargo de sus dos protagonistas masculinos: José Sacristán como Joaquín Góñez anciano que decide publicar su autobiografía y Juan Diego Botto en un doble papel fantástico, encarnando por un lado al becario de la editorial que tiene que trasladar las palabras del escritor a la maqueta del libro y, por otro lado, siendo el propio Joaquín Góñez joven. En ambas facetas resulta extraordinario, como no podría ser de otra forma.

Todo lo que transcurre en la vida de un niño que se convierte en adolescente, de un adolescente que se convierte en joven y de un joven que se convierte en hombre está narrado de manera magistral en este guión que Adolfo Aristarain comparte con su habitual Kathy Saavedra y, en esta ocasión, con Mario Camus, ni más ni menos, y que nos regala momentos ciertamente emotivos e inolvidables a lo largo de sus etéreos 148 minutos, que ojalá hubieran acabado siendo muchísimos más.
Sergio Berbel
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