Llegué al cine sin otra intención que meterme en la primera sala que empezase antes de diez minutos. Había dos posibilidades: “Camino” y “Max Payne”. Entre que la primera duraba unas dos horas y media, y que Fesser no es santo de mi devoción, me decanté por la opción de la brevedad, a pesar de que Wahlberg, ese clon defectuoso de Matt Damon, tiene la misma variedad de registros que la máscara de Tutankamón. No sé si por entrar esperando una birria impresentable o porque después de una larga semana me apetecía ver algo completamente evasivo, este ciber héroe llevado al cine me ha resultado bastante digerible y entretenido. Todo es previsible, todo se ha visto mil veces, estéticamente tampoco dice nada, pero al fin y al cabo creo que no se podía esperar mucho más. Sólo hay que echar una ojeada a otras películas basadas en video juegos para darse cuenta que la calidad de este subgénero (sin connotaciones negativas) no anda precisamente por las nubes. Lo que más he agradecido es eso que tanto critican otros: una historia plana, planísima, personajes arquetípicos y una absoluta ausencia de pretensiones. Tal y como está el patio, es de agradecer. Cuando algunos directores se ponen profundos es mejor salir escopetado. Si sirve para que a la gente le suenen palabras como valkiria o Ragnarok, pues algo habremos ganado. ¡¡Es un personaje de consola, por los clavos de Cribibibibista!!