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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
Drama. Comedia. Thriller Del tren baja Milan, un hombre solitario, que llega a la ciudad por primera vez. Entra en una farmacia, donde conoce a Manesquier, un profesor de lengua jubilado. Los dos hombres, aunque muy distintos, simpatizan por una simple razón: a cada uno le hubiera gustado llevar la vida del otro. El profesor sueña con ser un aventurero; el aventurero se imagina a sí mismo como un hombre sedentario. Dentro de tres días, Milan tiene pensado ... [+]
10 de marzo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiero dedicar esta crítica a mi querido amigo MBF, asiduo lector de mis recensiones, pues le prometí que la escribiría cuando comenté que había revisado este notable film. Coincide en el tiempo con el memorable concierto de Johnny Halliday en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, prueba fehaciente, por si hiciera falta, de que algunos rockeros saben envejecer con dignidad y tratar a su público con respeto y deferencia. Para las nuevas generaciones ignorantes, aclarar que Johnny Halliday es el rockero francés por antonomasia, que ha vendido más de cien millones de discos y actuado en incontables ocasiones por todo el planeta. Pero, además, es actor. Y tal vez El hombre del tren contenga su mejor interpretación hasta el momento.
Es cosa sabida que Patrice Leconte es un director irregular, capaz de lo mejor y de lo peor, en función del material que se lleve entre manos. En mi opinión, El hombre del tren es su mejor película, con permiso de El marido de la peluquera, donde descubrimos a esa maravillosa criatura llamada Anna Galiena, una obra de arte cuya boca húmeda y ojos aterciopelados me provocan temblores e inquietudes entre las ingles. Ya está dicho. Pero hablemos de la película en sí: un hombre desciende en la estación de tren de una pequeña ciudad de provincias francesa, provisto tan sólo de un pequeño maletín. Este hombre tiene una cita trascendental el sábado siguiente. Él y sus compinches van a atracar el banco local, el golpe que le servirá para abandonar su carrera delictiva y acabar sus días plácidamente. Su camino se cruza con el de Monsieur Manesquier, un farmacéutico pequeñoburgués apacible y frágil que ese sábado también tiene una cita trascendental: le van a practicar un triple bypass para reparar su agotado corazón. El hombre del tren acaba alojado en la enorme mansión de Manesquier. La cámara se pega a ellos, filma sus conversaciones, sus gestos, los silencios, las comidas en vajilla de calidad, el vino tinto, por favor, estamos en una película francesa, y poco a poco vamos descubriendo que llegan a profesarse algo similar a la admiración, y que cada uno envidia al otro. El hombre del maletín, harto de una vida azarosa, se siente cómodo entre los libros (sabemos que es una persona culta a su manera), los butacones y el ambiente calmo de la casa. Monsieur Manesquier envidia la vida libre del otro, saltarse las normas, burlar la ley, la atracción del peligro. Se admiran y se respetan. Todo ello servido por la interpretación sutil y delicada del gran Jean Rochefort, al que responde Johnny Halliday con otra demostración de su inmenso talento, un papel pespunteado de silencios, miradas fugaces y, sobre todo, la terrible expresión de cansancio de su rostro extrañamente achinado, surcado de arrugas y grietas que hablan de décadas de alcohol, sexo y drogas. En realidad, si nos fijamos bien, El hombre del tren es un western, crepuscular y urbano, pero western al fin y al cabo, como así nos lo revela la banda sonora de Pascal Estève y el grande finale que no spoilaré aquí. En resumen, una película que conviene ver y respirar, y dejarse llevar por la gran interpretación de la pareja protagonista.
Eduardo
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