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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Aventuras. Drama. Thriller Cuatro amigos que viven en la ciudad deciden pasar un fin de semana en los Montes Apalaches, lejos de sus familias y los problemas de la oficina. Quieren bajar en canoa un río que atraviesa un bosque que pronto será inundado para la construcción de una presa. Todo parece ir bien pero, tras una jornada placentera, el encuentro con los locales convierte la excursión en una angustiosa pesadilla. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una risa escandalosa rompe la quietud de un lago nada más empezar.
El diálogo habla de progreso, de cosas que estaban bien tal y como estaban, de lugares imperdibles, todo con un sano toque de frivolidad desinteresada.
Mientras tanto, máquinas excavadoras se afanan en desbrozar el paisaje, aportando una sutil capa de ironía que no se nos puede escapar, recordando que lo mismo que apreciamos de él es lo que no paramos de alterar a fuerza bruta.

'Deliverance', 'Defensa' en su título español, es una regresión a la supervivencia del más fuerte, un matiz que sigue latente en nosotros, cubierto con la más delgada cortina de civilización.
Algo que violenta y atemoriza, que deberíamos tener más en cuenta, pero que hemos desechado a favor de un trabajo bien pagado y una familia estable.
El discurso de la película es tajante: tenemos el instinto, pero hemos perdido las agallas. Tal como el león se acobarda cuando se acomoda, el salvajismo primigenio ha abandonado nuestros sentidos, que no nuestro entorno.

Cuatro hombres se dirigen de excursión al alejado lago que hemos apreciado antes, con la esperanza de disfrutar de las últimos momentos de un río que acabará bajo la superficie.
Para Ed, Bobby y Drew es solo otra excursión cualquiera, un remanso de paz y agradecida suciedad de sus pacíficas vidas, pero para Louis es algo más. La posibilidad de vivir una fantasía de supervivencia, cazando e imponiendo su fuerza, algo con lo que juguetea pero de lo que también carece en su vida diaria.
Sus confidencias y afirmaciones dibujan hombres seguros y decididos, pero de fondo perfilan gente que no aguantaría una semana en esas condiciones. La naturaleza para un rato, para fingir ánimo aventurero y si acaso para alardear de vuelta a la civilización.

Lejos de fraguar algún tipo de tensión, John Boorman elige el silencio del bosque. Rodea a sus personajes con él, prescinde de banda sonora, y presta especial atención a las gotas de sudor de su frente. Esto es una prueba física, no una barata película de terror.
Por eso es incluso más impactante cuando sucede la violencia, sin más, como siempre sucede, no la hemos visto venir. Y no es violencia sangrienta o brutal, sino humillante y asquerosa: estos hombres no pierden un diente o un dedo, sino la dignidad viril que creían poseer, algo muchísimo más doloroso.
Es a partir de entonces, inválidos y aislados, cuando comienza la verdadera aventura, una conectada con su psique más profunda, y una para la que claramente no están preparados. Han vivido, domados y cómodos, desde que nacieron, por mucha habilidad con el arco de la que presuman.

Pero lo más brillante es que no existe conversión salvaje, la persecución nunca se transforma en una venganza, los corderos nunca aprenden a vestirse con la piel del león.
Boorman comprende que eso habría restado valor a una experiencia tensa, en la que sus campistas siempre están superados por las circunstancias o cometen torpezas imperdonables para nuestra ansia de sangre como espectadores, vergonzosamente razonables para nuestra mente civilizada.
Y lo peor es que la primera piedra ya ha sido lanzada, no hay vuelta atrás, se han visto arrastrados a confiar en su fuerza y han triunfado a la hora de la pelea rastrera, como animales enjaulados, pero ese es un calor que se enfría junto a la sangre seca, y deja una culpa tan difícil de soportar como imposible de expresar.

A la vuelta a la civilización, el instinto salvaje permanece clavado como un puñal escondido, ninguna lágrima lavará su herida.
Es una herida que no remite, que no cesa de despertarles por la noche, ocupando el sueño con una mirada de autoconciencia. Pero lo peor es que nunca, nunca se cura.
Así es el tormento de conciliar nuestra conciencia con las ley del más fuerte.
Charles
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