De verdad, que me da igual la vida de Tarkovski.
Presumo de ignorancia supina, pero prefiero juzgar a un artista por su obra, y no por si juego a las referencias de su vida dentro de su obra.
Lo digo porque veo que muchas opiniones de esta película están obsesionadas con desentrañar, reflexionar, explicar.

Racionalizar una obra como 'El Espejo' es matarla.
Tarkovski no pide que expliques, sino que contemples.
Que dejes de darle a la sesera y fluyas, por los versos de esa casa en la arboleda a cuya distancia un seto marcaba la vuelta de un padre ausente.
Y el fuego, tan protéico como devorador de vida.

El río fluye, no hay salida.
El miedo a madurar y no seguir las ideas establecidas a veces es un teléfono sonando en el pasillo que anuncia "hoy te quedas solo, espabila".
España, un pequeño alto en el camino, diálogos entre adultos fragmentados (¿los adultos o los diálogos?) hablando de una pérdida que se mezcla con el furor comunal.
Indivisibles, el dolor, las risas, las ausencias, contemplados desde el marco de la puerta que te reservan.

Y el espejo.
Joder, el espejo.
Abriendo una ventana al otro lado de la puerta, desde donde te mira alguien que te exige una promesa.
Quizá volcar todas las sensaciones aquí guardadas sea una manera de saldar esa deuda.

No lo sé.
Solo sé que, a veces, repensar lo plasmado le roba la fuerza que el conjurador quería.
Esto era solo un paseo a campo abierto por el bulevar de su descubrimiento.

Por eso, al salir te internas en el bosque, esa selva oscura que escribió Dante, si bien te quedarás conque el sol existía.
Siéntelo, y deja de preguntarte porque sus rayos te dan calor.