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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Fantástico. Terror. Drama Anna Madden es una chica de once años bastante solitaria y muy ensoñadora, que tiene muchas fantasías y cuya vida transcurre entre sus clases en el colegio y las visitas que hace a la solitaria casa que ha dibujado en un papel mientras echa en falta a un padre que siempre está fuera del hogar por negocios. Conforme plasma elementos en el papel, éstos se hacen realidad en sus sueños, sea una puerta, un amigo tan solo como ella o su ... [+]
6 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un lugar, dentro de cada uno, para esas pesadillas infantiles.
Sueños desconcertantes e ilógicos, que se alimentan de nuestra indefensión vital mezclada con nuestra imaginación aún no delimitada por márgenes adultos.

Anna, como cualquier niña a punto de entrar en la adolescencia, sigue todavía llamando la atención en clase de manera exagerada y teniendo berrinches de niñata, pero también fantasea con la idea de besar a un chico con su amiga mientras ambas se maquillan pobremente.
Se trata de una crisálida a punto de estallar, entre dos maneras de sentir, o dos sensibilidades si se quiere. La primera más inocente e inocua, la segunda tratando de desatar una sexualidad incipiente.

Entre ambas es donde coexiste esa 'Casa de Papel' del título.
Un espacio irreal, nacido de la más pura incoherencia, donde Anna se encontrará con Marc, un niño a medio camino como ella (¿a medio camino de la vida o a medio camino de la adolescencia?).
Al principio, es un espacio de creación, el propio (inquietante) lienzo en blanco de Anna donde puede dar rienda suelta a su creatividad y escapar de una realidad dominada por la corrección, pero luego acaba siendo retrato incorrecto y mutante para, finalmente, ser pesadilla auto-creada.

¿No crean los niños sus monstruos porque los ven, aunque sea brevemente, en una realidad a la que tendrán que enfrentarse?
En la Casa de Papel el monstruo principal, sutil y terrible al mismo tiempo, es la incomprensión juvenil de los horrores adultos, y el aislamiento en un lugar que contiene todo lo que en principio creemos que necesitamos. Por eso es más terrorífica que nada: porque realmente no se sabe de que estamos huyendo.
Solo al final, tras superar el desconcierto, nos daremos cuenta de que huíamos de nuestra madurez, es decir, de nosotros mismos, o de la peor parte de nosotros mismos: crecer sin saber qué significa.

Crecer va implícito en cada nueva visita de Anna a ese espacio onírico, a esa Casa, que le da pero también le quita, la seduce pero también la abandona, porque es algo que no durará lo suficiente en su imaginario.
Es el lugar de sus pensamientos descastados, de sus ganas de establecer contacto con alguien representadas en Marc (no por casualidad, chico), de la bicicleta inamovible que es reflejo de los juguetes que debe dejar atrás, de las últimas comidas extrañas de niña como ese helado multicolor que se sirve de una cocina cualquiera, y también de sus miedos, sexuales y primarios, representados en ese ogro ciego aterrador con la forma de su padre. Sensaciones e imágenes que ella trata de redibujar o borrar, sin éxito, porque arraigan en ella apenas existen.
Un batiburrillo donde cabe lo extraordinario y lo terrible, a la espera de que el conocimiento le permita distinguirlos.

'La Casa de Papel' es una fábula sobre el miedo implícito a nosotros mismos creciendo, cambiando.
Un retrato de cómo es nuestra mente en esos momentos en los que somos demasiado mayores para seguir soñando con un espacio de juegos, pero demasiado jóvenes para evitar volver a él, y seguir llenándolo con nuestras obsesiones.
Todos lo acabamos abandonando, de eso no cabe duda. Pero existió, por un breve momento, dejando su huella en nosotros.
Charles
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