Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Thriller. Acción. Terror Red (Nicholas Cage) es un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy (Andrea Riseborough). Un día, mientras da un paseo abstraída en una de las novelas de fantasía que suele leer a diario, Mandy se cruza sin saberlo con el líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan ... [+]
16 de septiembre de 2018
11 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la radio, el presidente habla de un despertar, de un "paso adelante frente a las supersticiones del ayer", de males que han minado "el espíritu de esta gran nación"...
Pero Red Miller apaga la radio, y deja la música sonando.
Estamos todo lo lejos de esa realidad como se podría estar, en una galaxia que no se rige por las leyes humanas.

'Mandy' nos ha rescatado de toda esa farsa material.
Como Red, vivimos con ella en un mundo encantado, impregnado de la tonalidad cósmica que late en sus paisajes retratados, donde la naturaleza es benévola a la vez que lustrosamente bella.
Así lo prueba la convivencia entre ambos, cuya tangibilidad se asemeja al sueño o la ilusión, y aunque son conscientes de que la maldad alguna vez existió, en su casa del bosque nunca les podría alcanzar, arropados como están por su pintada constelación.

Ese aliento alucinógeno, fantasioso, de días que pasan lentos porque todo en su esfera es perfecto, no existe en la gasolinera de Mandy, ni en la tala forestal que lleva a cabo Red.
Aunque, súbitamente, sí se percibe en los Hijos del Nuevo Amanecer, liderados por Jeremiah Sand como otra de esas "naciones renacidas" que tanto abundan, si bien su aliento tiene otro sabor, pútrido y peligroso, con hambre voraz por la claridad que Mandy guarda en sus ojos.
Podría decirse, sin temor a equivocarse, que Panos Cosmatos ha filmado en el espacio, y se recrea en el choque brutal de dos planetas expansivos, que no pueden haber prosperado de más diferente manera.

De repente, la frase que susurra Red al principio, preguntado por su planeta favorito, cobra sentido: "me gusta Galactus"; aquel ente superpoderoso de Marvel que devoraba planetas cuando tenía hambre.
Privado de la luz que proyectaba Mandy, Nicolas Cage se transforma en una bestia mítica, renacida de la sangre y las lágrimas, trascendiendo su frágil crisálida humana para traer la destrucción a un culto que empieza a temblar, no por sus armas o determinación, sino al ver que en sus ojos ya no queda hombre.

Al borde de la risa nerviosa, o a punto de caer al abismo de la solemnidad plomiza, se mueve esta venganza imparable y sangrienta, transfigurada en cruzada épica del más profundo bosque.
Como un cantar de gesta, cual leyenda negra, lo cotidiano es superado por la impresión que deja, y una banda de moteros pueden ser demonios picudos, una esposa ser el bello altar de sacrificios grotescos y, finalmente, un hombre de rojo teñido forjar su hacha de guerra, cual semidiós afrontando su destino.
"Y se preparó, sin horror alguno, sangre fría en sus venas, para combatir aquel heraldo de muerte que blandía una motosierra de siete leguas": si el Cid se levantó de entre los muertos para luchar, me creo que, por esta épica salvaje, abandonemos más de una vez (y gloriosamente) el plano terrenal.

Al final, como no podía ser de otra manera, la patética eternidad que se vendía con mucha palabrería solo tenía un miedo atroz a que cualquier poder superior acabara con sus días.
Mientras, el destructor planetario que fue hombre sabía que su amor grabado en el firmamento nunca se iría.

Valga esta historia para comprobar como, raspando el hueso de lo ridículo, puede surgir lo extraordinariamente genial.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow