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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Animación. Musical. Fantástico. Infantil Todo un clásico de la Disney, una colección de interpretaciones animadas de grandes obras de música clásica. En "El Aprendiz de Brujo" (P. Dukas), Mickey Mouse, discípulo de un mago, se mete en un gran embrollo, pues sus conocimientos de magia son muy limitados. "La Consagración de la Primavera" (Stravinsky) cuenta la historia de la evolución, desde los seres unicelulares hasta la extinción de los dinosaurios. "La Danza de las Horas" ... [+]
24 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su inicio, esta experiencia (no creo que pueda, ni quiera, ser película) nos pide que nos dejemos llevar por nuestros sentidos.
Hace tocar la música, y deja libre la imaginación, para que nosotros podamos darle forma y sentimiento. El sentido de las imágenes está ausente, no se necesita cuando la armonía de la música es perfecta.
Walt Disney aspira a destilar la forma más pura de arte, y nosotros le acompañamos en su viaje.

Así, el viaje de 'Fantasía' son etapas hasta esa cumbre prometida.
En ellas encontramos alegría, tristeza, miedo, tranquilidad... todos los espectros que pueden caber en una sencilla banda sonora, que incluso se nos presenta como personaje juguetón y tímido, inconsciente de su gran poder, el de dotar de vida el espacio vacío.
La animación esta vez es solo acompañamiento, la que debe luchar para que los acordes tengan una historia, un principio y un final que se encuentre con la imaginación que dejamos libre al sonar la música.

Comienza con dibujos abstractos, pequeñas muestras de cómo dejar la mente en blanco, y confiar en el poder de la evocación. Una primera etapa sencilla, que tiene más de toma de confianza que otra cosa: aquí empieza el viaje, y esto es lo que necesitarás saber.
La segunda etapa es otra afirmación, pero también una primera piedra de lo que se está cimentando. 'El Cascanueces' acompaña el movimiento de hadas, hongos y naturaleza, mostrando un mundo infinito y único, donde los detalles son los acordes de cada instrumento. 'Fantasía' levanta la primavera, y con ello construye su mundo, plagado de plantas que son personas y movimientos que son danzas.

Sin embargo, ese mundo no podría estar completo sin la magia: la que el principal icono de Disney nos muestra, Mickey Mouse, y que puede ser usada para el Bien como para el Mal, pero también para un bien que puede acabar saliendo mal.
A través de un magnífico segmento musical, un aprendiz de brujo aprende de los grandes poderes que pueden regir el mundo, y hacerlo más bello si cabe, hacerlo brillante y fantástico sin posibilidad de error. Pero tendrá que ser su maestro, un hechicero imponente (que no por casualidad dicen inspirado en Walt Disney), el que le muestre que todo gran poder debe ser usado de manera correcta, nunca con fines vagos o por el mero hecho de crear facilidades. No, se debe crear belleza, y ese es el objetivo al que nos dirigimos.

Tras eso, nuestro viaje no ignora la oscuridad y el miedo.
En otro alarde de maestría, 'La Consagración de la Primavera' sirve para mostrar una Tierra primigenia, llena del ruido de los volcanes que escupen fuego al abismo del silencio. Este mundo nuestro se creó de la Nada, por puro azar, y esta experiencia le rinde el homenaje adecuado.
Primero, mostrando cómo tuvieron que pasar miles de años hasta que pudimos ser algo, y después mostrando de manos de las criaturas más elementales los sentimientos poco amables de hambre, dolor y desesperación. Es maestro usar esta composición para ilustrar estas imágenes, para no perder de vista que hemos creado algo tan bello, partiendo de inicios tan brutales. Un Tiranosaurio Rex representa el ciclo sin final de los poderosos, que arrasan sin piedad, para acabar hundiéndose bajo el precio de su soberbia.

Una de cal y otra de arena: la penúltima etapa es la más pura de las diversiones.
Centauros, hombres y mujeres, buscan el amor entre idílicos cuadros de templos griegos, con querubines como improbables celestinos, para acabar celebrando una fiesta en honor de Baco, el dios del vino. Es increíble comprobar, y casi palpar, la calidez de una animación suave y sin aristas.
Este mundo también celebra la vida, y el amor, y todas las cosas buenas que podrían suceder. Pegasos y sátiros se suman a la fiesta, convirtiendo todo en un canto a la convivencia, a lo más cercano de ese Paraíso que algunas veces se nos puede antojar lejano.

La última etapa de nuestro viaje es sin embargo la más dura.
En una montaña neblinosa al borde de un pueblo, se despierta un gigantesco demonio de alas negras y ojos perversos, celebrando la más pura maldad y el triunfo de la crueldad. Fantasmas, brujas y espíritus son convidados a su aquelarre, donde no queda espacio para la luz.
El paisaje es devorado por su presencia, por su mirada que es fuego encarnado, y por el poder que tiene el Mal, como concepto, dónde las almas de los desdichados bailan al son de las llamas. La Noche de Walpurgis es una fiesta pagana infinita que amenaza con tumbar todo el Bien que se pueda crear.

Pero... todo pasa.
La noche da paso al día.
La montaña que era un demonio era solo una montaña.
El canto entre un bosque al rocío de la mañana espanta nuestros miedos, y tiene un modo particular de limpiar las impurezas de las pesadillas.

Solo quedaba eso: cuando el Mal ha pasado, queda el Bien, renovado tras lo pasado.
Y la esperanza se va filtrando, toma fuerza, se comunica con música.
Es el resquicio de luz que permanece en toda oscuridad, más profundo cuanto más se contempla.
Esa es, la verdadera Fantasía.
Charles
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