Nadie duda desde el principio que a nuestro protagonista (el cantante no, el otro) le persiguen unos fantasmas que nosotros como espectadores tenemos que descubrir. No es que no le pasen cosas buenas, este hombre vuelve de la guerra a su país con una buena medalla al cuello, tiene un trabajo estupendo y hasta un criado al que contrata sin pensárselo mucho. Incluso se llega a casar con una moza de muy buen ver a la que conoció de manera preciosa. Hay que ser optimista, y ya puestos a no ser malvado del todo, Frankenheimer al menos le da algo de vida al pobre. Sin embargo se le nota en la mirada que las cosas no van bien, que está más allá que aquí, algo raro nos olemos y buena parte de ese éxito es consustancial al cine, dicho de otra manera: es una película bien hecha pese a que el contexto y sobre todo el mensaje hayan caducado.

"El mensajero del miedo" (gran traducción nefasta del título original, de las grandes) nace, crece y muere en el momento que le toca, cuando la tensión acumulada entre las piernas de los dos bloques que dominaban el planeta era máxima. Por suerte el director no es precisamente un don nadie, de manera que llega al día de hoy, en mi opinión, con la garra y fuerza precisa para enganchar al espectador como thriller, como película de suspense, aunque el tema de fondo sea algo que inevitablemente carece ya de interés. Puedo estar de acuerdo con quienes creen que quedó desfasada y que los métodos psicológicos que se usan son algo lamentables y dudosos, pero es más cierto que no es para nada una película vulgar y que las atmósferas están bien creadas. Ese hombre (no hablo del cantante, hablo del otro) realmente está padeciendo delante nuestro.