Realmente, no estamos ante un cortometraje muy interesante, ya que resulta un tanto incompleto. En mi opinión, le faltan una serie de minutos para llegar a abarcar todo de una manera no tan a la lígera, pese a ello, creo que me resultado gratificante observar como Balagueró imprimiendo con su sello característico al producto ha labrado un experimento bastante terrorífico en el que nos sumergimos en un buen colorido, ya sea por una fotografía apropiada bastante luminosa (el título en este caso no es por su oscuridad palpable sino de alma) o un vestuario acertado.
Cuando digo terrorífico, no me refiero a la cantidad o calidad de sustos presenciables, que aquí haberlos no los hay, sino a ese horror en cuanto a la confección de la historia, la cuál no obstante, resulta lastrada a mi entender, por una narración un tanto floja, al exponerse ciertos diálogos muy por los pelos, con un tono de voz y una expresión infantil que no casa con una historia que se supone de terror, ya que nos adentra en lo que es el tormento del personaje central.
Por lo general, Balagueró expone acertadamente lo que sería un aperitivo de sus obras posteriores ya en largometrajes, otorgando al producto una especie de conexión con el espectador, que echará en falta, en cambio, una respuesta más contundente a lo que es la historia que presencia, y sobretodo no logrará sacar el máximo beneficio con el visionado, al degustar un ejercicio de estilo muy personal pero con carencias en su argumento y su ejecución, aún sin resolverse, por mucho que acompañemos al protagonista hasta el fin de su travesía.

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